El duro diario del Coronavirus

El Tsunami avanza y lo hace despacio, día a día, elevando la cresta de su ola. En Italia, en un solo día ya casi 400 muertos. Pone a prueba nuestra confianza en que la decisión de quedarnos en casa y no acelerar el contagio ha sido la decisión correcta. Pone a prueba nuestra alegría, nuestra esperanza, nuestra resistencia. Ese Tsunami solo lo frenaremos y superaremos a fuerza de ser profundamente humanos.

Indignado nos hemos quedado al ver a gente que sigue saliendo a la calle o incluso a la playa, despreciando cualquier contención. Personas que incluso salen a la calle para grabar un video en el que cuentan que no hay nadie en la calle. Nos entristece esa inconsciencia, ese egoísmo, y distorsión tan superficial.

Pero gracias a Dios hay otra realidad, a qué es bonito ver la descarga de aplausos que estamos dando a todo el personal sanitario y personal de servicios generales desde nuestras ventanas, con personas o familias asomadas, que rendimos tributo por quienes nos cuidan y abastecen.

Mis ojos permanecen atentos a esos vecinos que aplauden. Nunca me había fijado en esas ventanas. Antes veía gente, pero no personas o no del todo. Ahora me quedo mirando un rato en la ventana, y pienso que me gustaría saber quién es esa persona que vemos. ¿Quién será aquel vecino lejano, pequeño, solitario, de aquella casa alejada? ¿A qué se dedicará, cómo estará viviendo esta crisis, qué pensará de la vida?

Siento que hasta ese último vecino al que alcanza mi vista forma parte de la comunidad que nos hemos convertido en este pueblo y en cada uno de los barrios. Nunca antes habíamos estado tan distanciados de los nuestros y nunca como hasta ahora habíamos sentido tan cerca a los extraños.

Seguramente  hemos sentidos a nuestros vecinos intensamente cuando hemos ganado el mundial de fútbol y ver ondear las banderas a favor de una u otra postura. Ahora es distinto, estamos todos unidos como quien se abraza frente a un golpe, como los que se unen codo con codo para hacer un gran escudo, tratamos de frenarlo con nuestra contención, obediencia y disciplina que nació de repente dándole un giro de 180 grados a nuestras vidas para tener comportamientos cívicos para los que no hemos sido entrenados.

Prestemos oídos a escuchar con el corazón, para oír lo que se nos dice, se nos pide, o aconseja. Lejos de autoritarismos, de la ignorancia. Hagámoslo con comportamiento inteligente.

 

Pedro Lorenzo Rodríguez Reyes.