N° 67 “UN PARTIDO DE FÚTBOL ENTRE SOLTEROS Y CASADOS”.

Me acabo de acordar de esta simpática anécdota, ocurrida el sábado anterior a las fiestas de la Virgen de Guía, creo que del año 1.968. No recuerdo a quien se le ocurrió la divertida idea de celebrar un partido de fútbol entre solteros y casados, pero seguro que salió del Casino en donde había un grato ambiente, sobre todo los sábados.
Recuerdo que costó lo suyo encontrar a toda la gente que se necesitaba pues no todos estaban dispuestos a ello, sobre todo el equipo de los casados.. Pero al fin, aunque muy justos, se completaron los dos equipos. Nuestro equipo eran los casados y lo formaba, siguiendo el orden de la foto que se adjunta: Paco Trujillo, Antonio Estevez, Luis Fernando Estévez, Rubén Calero, Pepe Benitez, Sigfrido Calero, Pepe Juan Jorge, Ceferino Betancor, Juan Santana, Suso, (creó que se llamaba así pues lo cogimos al lazo porque nos faltaba uno) y Gregorio el conserje del Casino. Nuestro entrenador era Pepito Caballero y el árbitro fue Pepe Carlos González.
No recuerdo quienes formaban el equipo de solteros, pero eran todos unos pipiolos al lado de nosotros. Pero la verdad es que nosotros teníamos un buen equipo pues casi todos teníamos alguna experiencia por haber jugado en equipos regionales.
El partido se iba a celebrar en el campo de fútbol que había en el barranco. No estaba a tope de gente pero habían bastantes personas, entre familiares, amigos y curiosos.
Empieza el partido que transcurre con una deportividad absoluta y se marcaron numerosos goles en una y otra portería, aunque la verdad es que no recuerdo cuál fue el resultado final, pero en realidad el resultado es lo que menos importaba.
Pepito Caballero representaba en aquella época para todo el noroeste e incluso La Aldea, una casa de vinos y coñac que tenían mucho prestigio. Pepito, que era un gran comercial, los tenía introducidos por todas partes y era raro el bar o restaurante que no los tuviera en sus estanterías.
Pues bien volviendo al partido de fútbol, Pepito estaba en el centro del campo, a la orilla, sentado en una silla y nos daba algunas instrucciones para sobre todo colocarnos en el campo. Y lo anecdótico de esta historia es que junto a él, a sus pies, tenía dos porrones: Uno de agua y otro de un vino blanco fresquito que estaba que ni les cuento. Él no se lo había dicho a nadie pero desde que lo descubrimos no parábamos de ir a la orilla con cualquier excusa; que si tenía sed; que si un tirón; que si un golpe; que si un calambre…….hasta que uno de los garrafones se terminó. Adivinan cual…..?.
Creo que estos divertidos partidos se siguieron celebrando años más tarde, pero yo solo participé en este que les acabo de relatar, pues al haberme ido a trabajar y a vivir a Las Palmas capital ya me había alejado del ambiente.
Guardo un grato recuerdo de este encuentro, pues eso me animó a formar un equipo en la empresa donde trabajaba y jugábamos todos los sábados, llegando incluso a formarse una liguilla de “fútbol de empresas”.

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