N° 79. “CUANDO SE TIENE POCO APEGO AL TRABAJO”.

Esta vivencia me la contó un compañero de trabajo, hace muchos años,  que vivía en La Laguna, Tenerife. Digo que vivía porque el pobre ya falleció hace algunos años.

Aquella era una época en la que había trabajo para todo aquel que quisiera trabajar. Por eso se cambiaba tanto de empresas. Yo mismo cambié varias veces hasta encontrar uno en el que me encontraba a gusto. Hay un dicho que dice que “si te gusta tu trabajo y disfrutas con él, no trabajarás nunca”. Pues así fueron mis últimos 25 años de vida laboral en esa empresa, cuya central radicaba en Tenerife. La empresa se llama Feria, S.A. y fue fundada por don Manuel Feria en Santa Cruz de Tenerife allá por Octubre del año 1.883.

Me contaba Gustavo, que así se llamaba mi compañero de trabajo, que tenía un vecino que era todo un caso, pues aparte de faltarle un hervor era un vago. Los trabajos no le duraban más de un par de meses y su pobre madre, viuda, se desesperaba pues la casa dependía del sueldo de su hijo, más una pequeña pensión de viudedad, que por sí sola no les alcanzaba para vivir los dos dignamente.

Se trataba de un hombre joven, de unos 23 años y estaba aún soltero y como dije vivía en la casa materna. No había estudiado ninguna carrera y tampoco tenía ningún oficio, por tanto trabajaba en el escalón más bajo de la sociedad; en lo que encontrara. En esta ocasión llevaba unas semanas trabajando de peón de albañil en una obra en construcción. Empezaba a trabajar a las ocho de la mañana y su madre lo empezaba a llamar desde las seis y media para que tuviera tiempo de lavarse y desayunar, porque luego tenía que ir andando hasta la obra que estaba a unos veinte minutos caminando ligero.

El diálogo se desarrollaba más o menos así: “Andrés levántate ya mi niño para que te laves, desayunes y te vayas al trabajo”. Y Andrés respondía, después de mirar la hora: “ya voy madre, todavía es temprano”. Y así una y otra vez cada diez minutos, hasta que se hacían las siete y media, y entonces Andrés le contestaba a su madre: “Ya es tarde madre”, “y no me esté despertando más que no me ha dejado dormir”. Y seguía durmiendo hasta el mediodía. Esta situación se repetía con mucha frecuencia, sobre todo los lunes. No tenía remedio. Era un irresponsable y un gandul. Ni siquiera tenía en cuenta el sufrimiento de su pobre madre.

Existen muchas personas de ese talante, y luego, cuando se hacen mayores y no tienen ni donde caerse muertos, envidian al que con su trabajo y sacrificio se han hecho con un pequeño patrimonio. Y es más, luego pretenden que el gobierno les solucione todos sus problemas; que les den casa gratis y hasta alguna paguita vitalicia por cualquier motivo. Casi siempre por falsa o exagerada enfermedad, pues su jubilación no les alcanza para vivir porque apenas han cotizado durante su vida laboral. Generalmente este es el perfil de aquel que se pasa la vida protestando y reclamando por todo.  Se suelen llamar asimismo “Comunistas”. Vamos, aquí se puede aplicar la fábula de la hormiga y la cigarra.

Aquí en Gran Canaria, en la Montaña de Gáldar, había un chico que no había  trabajado nunca, aunque era por diferentes motivos, justificados, pues se trataba de un chico que era algo retrasado mental; totorota como le llamaba nuestro Pepe Monagas. El chico ya era mayor de edad, de algo más de veinte años, y vivía con sus padres que lo tenían siempre muy bien cuidado y bien vestido. Era evidente que el chico era algo anormal pero no en un grado muy alto pues él iba solo a todas partes. Era muy conocido en toda Gáldar, y cuando le preguntaban si quería trabajar o simplemente porqué no trabajaba, él siempre respondía: “A mi me dan fatigas si voy a trabajar”. Y era bobo…..