No nos quedemos con la prohibición…

Una de las cosas más hermosas de la vida es viajar, en ella conocemos los usos y costumbres de los pueblos, de otras culturas.

Ir Tierra Santa, a Israel, la tierra que vio nacer nuestra redención y donde se puede entender muchas de las cosas de los contextos en los que está escrito él evangelio.

El pasado domingo, el evangelio de San Lucas 6, 1-5 nos habla de otra controversia que tiene Jesús con los Fariseos por violar el descanso sabático, en Jerusalén predominan los Judíos, por las calles se ven y se reconocen por su vestimenta tan particular, por su pelo, por su larga barba, por las parejas jóvenes rodeados de muchos hijos que han procreado, como van al muro de las lamentaciones con unos sombreros enormes, como realizan sus rezos, sus oraciones…

El Sabbat para ellos empieza el viernes al atardecer hasta el atardecer del día siguiente, del sábado y sabemos que ese es un día de puro descanso, no ha cambiado mucho desde los tiempos de Jesús hasta nuestros días, aquí nos damos cuenta de lo riguroso que es ese descanso. Es tan así que en los hoteles y concretamente en los ascensores hay un elevador especial para el Sabbat, un elevador que se irá deteniendo en cada planta, la razón es porque el judío en sábado no tiene permitido tocar el botón del ascensor para llevarlo a la planta que desea. No puede hacerlo, eso se considera un trabajo.

Otro ejemplo es, que en los restaurantes no hay manera de lavarse las manos, sino, hay que hacerlo fuera del sitio, en unas tinajas, también se considera un trabajo abrir el grifo del lavamanos. Tampoco pueden cocinar, no encender luces, o sea, nada de apretar ningún interruptor, en sábado no lo pueden hacer.

Nosotros desde nuestra cultura podemos decir que eso es muy exagerado y riguroso, pero es que ellos son muy fieles al descanso sagrado.

Al contemplar este pasaje donde se reprende a los discípulos de Jesús porque están arrancando espigas, frotándolas con las manos y comiéndoselas en día sábado, me percato de que sólo nos quedamos con la prohibición, el sábado no era un día sólo para no hacer nada, era un día para hacer otras cosas, era un día para convivir, para recordar que ya no eran esclavos, que ya eran pueblo de Dios, que vivían en la libertad de hijos de Dios, era un día para recordar cuál es nuestro destino final, pero al parecer todo lo habían centrado en no hagas esto, no hagas lo otro, esto no se puede hacer, y así hacer una larga lista de cosas prohibidas, esto referente a la religión judía.

Pero como nosotros no somos judíos, pero sí que puede que seamos muy similares, en que únicamente reducimos nuestra fe y nuestra moral en lo que no se puede hacer, en lo que está prohibido, en lo que es pecado y cuantos ven su fe cristiana si es así como se las enseñaron, como una larga lista de prohibiciones, es pecado si ves esto, es pecado si ves lo otro…

Entonces me pregunto, ¿qué hago?, ¿me meto en una burbuja para no pecar?, quizás se nos olvida que el más grande de los pecados es el de omisión, la fe cristiana no consiste tanto en lo que no hay que hacer, consiste sobre todo en hacer, actuar, movidos por la caridad, movidos por la misericordia, los mandamientos y la mayoría formulados en clave de prohibición, pero tenemos que entender la parte positiva, a los que nos manda sí hacer, no solamente a no matar, es sobre todo dar vida, es hacer digna la vida propia y la de los demás, es amar desde el corazón, amar con responsabilidad, amar en todas las maneras posibles y sin reducir el amor a un acto sexual,  no es solamente no robarás, es ir al prójimo con todo lo que tenemos…

Y tú ¿como estas viviendo tu fe?, ¿en clave de prohibiciones?, no la reduzcas solamente a eso, no nos espantemos, busquemos lo que Dios si nos pide que hagamos.