Los recuerdos de la elaboración de los palmitos trenzados en el Domingo de Ramos, las malagueñas en la Casa Cachaco y Verde Aguilar, las imágenes de los rostros de los devotos en la procesión del Miércoles Santo, el Encuentro, la música de la Banda, y el silencio, tan bien relatado por la pregonera.
Como las vivencias cercanas a las costumbres arraigadas, como la del Jueves Santo cuando se esparcían hierbas aromáticas recién cogidas en la nave del Santísimo que, al ser pisadas por los fieles, seguían perfumando como el incienso que se pone en un brasero. La memoria percibe aún aquel aroma entrañable.
Y de la Procesión Magna, con el sonido de la matraca del Viernes Santo, al repique de las campanas anunciando la Resurrección de Jesús, el sábado, cuando se tiraban las estampas desde el campanario que al caer “eran como mariposas que venían a nuestro encuentro e intentábamos coger antes de caer al suelo”, hasta alcanzar la Vigilia Pascual, la fiesta más importante y centro del año litúrgico.
La pregonera concluyó con una invitación para vivir la Semana Santa y participar en ella, con cada acto contenido en el programa, y sobre todo, celebrar la Feliz Pascua de Resurrección.