“Nuevos caminos, con nuestro amigo el tiempo”

La vida es tan imprevisible, tan cambiante y mágica al mismo tiempo. Compuesta por etapas, donde depende de nuestra edad, le daremos más importancia a unos temas más que a otros, donde algunas personas de esa fase de nuestra vida se convierten en pilares de nuestros corazones. Hay edades que dejan una huella profunda en nuestro ser, porque nos enseña a ver que hay a nuestro alrededor, con quién compartir nuestra oscuridad o nuestros rayos de luz. Conectamos con personas que nos crean un mundo y formamos parte de él, viajamos sin volar a otro mundo que no vimos antes, pero gracias a esa persona, ahora si lo ves. Compartimos nuestro mundo e invitamos a desconocidos para que se queden en él y sean ellos, los que nos vean: llorar, reír, aprender, soñar, amar. Porque al fin y al cabo, cuando compartimos nuestro mundo, estamos mostrando nuestro auténtico yo.

¿Pero qué sucede cuando la vida y tus decisiones te colocan en otra perspectiva para que aprendas a vivir de otra forma? ¿Qué ocurre cuando tu elección modifica tu vida? ¿Qué hacemos cuándo los que formaron parte de tu mundo ya no están? ¿Y qué decisión podemos tomar, si los años han pasado y han separado los caminos de los que fueron nuestros latidos del corazón?

Si algo es inexplicable, es el funcionamiento y significado de la palabra tiempo. Esa palabra que tanto nos repetimos, oímos y que en cada acción que realizamos forma parte de ella. Muchas veces decimos que el tiempo es la cura al dolor, al aprendizaje y a la propia vida. Para algunos el tiempo, es un desconocido… Pero para otras personas, el tiempo es un fiel amigo que nos da la posibilidad de crecer a nuestro ritmo, porque él siempre nos acompañará. Supongo que la repuesta lógica a las preguntas planteadas, tienen la misma respuesta. ¡TIEMPO!

Aquel maravilloso recuerdo que un día te hacía llorar de risa, puede convertirse en  un llanto de tristeza, cuando al levantar la cabeza ves que eres la única persona que mantiene vivo ese instante de vida en ti. La cabeza explota, el corazón duele, el cuerpo siente la necesidad de pararse y la ilusión del mañana se desvanece con el último rayo del sol. Todos y todas, en nuestra vida hemos vivido algún acontecimiento que nos ha cambiado por completo, tal vez solo fue madurar, cambio de prioridades o que en cierto momento, nuestros pilares y nosotros nos dejamos de escuchar y cambiamos el compartir por el dividir, por restar, por dejar y al final solo queda todo lo que pudo ser, pero nunca sucedió.

Cada día sin percatarnos, tomamos decisiones desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Pero, como todo… Hay decisiones que pueden romper, cambiar algo o a alguien, de la noche a la mañana. Decidimos con el corazón y la cabeza, pensamos y sentimos que la opción elegida es la mejor. Pero, no todos ven lo que nosotros vemos y mucho menos, lo que sentimos. Por eso en esos momentos, el tiempo se convierte en aliado para darnos la mano en nuestro camino de incertidumbre, donde pensábamos que ese nuevo camino lo recorreríamos acompañados, pero la realidad fue otra.

Cuando caminas solo con tu decisión, las lágrimas de las ausencias son las que te cubren del frío en la noche. El camino al principio es duro, los pasos duelen, porque aún seguimos mirando hacia atrás con la esperanza de divisar a aquello que para nosotros lo significaba todo. Las lágrimas se transforman en suspiros, en sonidos a baja voz, hasta llegar a ser sustituidas por mirar hacia los lados y darte cuenta… Que aunque aquello que tú querías todo lo cambio y nadie te acompaño, el tiempo te enseño que todos los que han formado parte de ti, han caminado junto a ti. Porque la persona que eres ahora, es gracias a la que fuiste antes y eso incluye que aquellos recuerdos junto con esas personas, estén presentes en ti. Lo único que necesitaste saber, es que todo lleva su tiempo y tú decides cuanto tiempo necesitas para salir adelante.

Margua

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