Pinceladas Culturales con… Raul Mendoza Ramos

El pasado viernes día 2 de julio se inauguró la exposición “Gracias Lola” del artista y director de la escuela municipal de artes “Josefa Molina’  Raúl Mendoza.

Estuvieron presentes la Consejera de Cultura del Cabildo Insular de Gran Canaria, Guacimara Medina , el Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Gáldar, Julio Mateo y el director de la Casa-Museo  Antonio Padrón, César Ubierna.

Un acto marcado por la inminente despedida del hasta ahora máximo responsable de este Centro de Arte Indigenista. Y por ser la primera exposición particular que realiza Raúl Mendoza.

En palabras de César Ubierna -Raúl Mendoza es un referente formativo en el municipio de Gáldar que muestra en esta ocasión su trabajo como pintor con una exposición pictórica en la que destaca y reconoce la figura de Lola, tía de Antonio Padrón-.

En estas “Pinceladas Culturales” les ofrecemos los testimonios de los diferentes intervinientes en dicho  acto.

Palabras de autor

Con la exposición Gracias, Lola se conmemora el 50 aniversario de la creación de la Casa Museo Antonio Padrón. No deja de ser otro homenaje a la figura y la obra de Antonio Padrón Rodríguez, pero intenta hacerlo desde otra perspectiva.

Su título obedece a la voluntad de homenajear a Dolores Rodríguez Ruíz, tía del pintor. Miembro destacado de la sociedad local, Dolores Rodríguez era integrante de una familia que tenía, apellido abolengo y propiedades, en las que el esfuerzo personal y el compromiso con la familia y la ciudad, eran casi un dogma. Conocida por asumir cierto grado de tutela sobre varios de sus hermanos con diferentes grados de dependencia, fue conocida, muy a su pesar, por diferentes contribuciones a la caridad y el fomento de la población y llegado el momento, ejercería gustosa su papel de contribuir a la educación de varios de sus sobrinos, que habían quedado huérfanos.

Sin duda, de entre ellos, fue con Antonio con quien mantuvo una relación más íntima, actuando realmente como una segunda madre. Lo acogió en casa, se preocupó especialmente de su formación y después de los estudios, creó un espacio especial, en el jardín, para que su sobrino Antonio desarrollara su actividad.

Sin la tía Lola, Antonio hubiera sido otro Antonio y su obra, de ser, habría sido muy distinta. En este sentido, y con las lógicas diferencias, Lola es a Antonio, lo que Antonio a su propia obra y para quienes se sienten “padronianos” una figura digna de elogio y respeto.

Si se intenta recrear su figura de Lola, como con cualquier persona, uno obtendrá solo retazos, a menudo inconexos: maternal, protectora, entregada, generosa, severa, introvertida, selecta… Unos dirán que su carácter se explica por el hecho de no haberse casado y no haber tenido hijos, otros dirán que sólo ejerció como cualquier miembro de las oligarquías de las pequeñas ciudades rurales. Quizás todas las opiniones tengan razón, pero ni sumándolas todas, darían la dimensión real de la persona. El todo, es más que la suma de las partes.

No es intención de esta propuesta la mitificación de Dolores Rodríguez. Ni de su sobrino. Ni de sus cuadros. Al contrario, intenta despojar a las personas de los mitos (los positivos y los negativos) que los convierten en personajes de un relato que puede no ser mentira, pero no tiene porqué reflejar la complejidad de la verdad.

Quienes nos sentimos admiradores de la obra de Antonio y nos consideramos “padronianos”, no sentimos la necesidad de perpetuar unas formas, pero casi veneramos el compromiso que se esconde detrás de ellas.

Antonio, como su tía, desarrolló un profundo vínculo con su comunidad con la que quizás no tuvo siempre un encaje perfecto, pero a la que siempre consideró sujeto, objeto y también objetivo. Ese compromiso que tiene que ver con la comunicación, la divulgación y la conexión, es para los padronianos, casi una religión.

Para ser padroniano no basta con admirar la obra. Hay que profesar el padronianismo. Entender la actividad cultural como una herramienta de progreso personal y social; entender que uno es, esencialmente, parte de un conjunto mayor que es a su vez, parte esencial de sí mismo.

Es por esto, que, precisamente para desmitificar a Antonio y a Lola, se ha pretendido transformar el voladizo en una especie de capilla, escogiendo lenguajes y formatos que hacen un guiño expreso a lo religioso y lo parareligioso.

Las ideas que se han usado para explicar a Antonio Padrón, hasta el punto de transformarlo en un niño excéntrico y débil apocado por traumas reales o supuestos; su relación con la infancia, su obsesión con la búsqueda de las ideas y el núcleo mismo del padronianismo con los mitos fundacionales del museo y el apostolado inicial sobre su obra.. se despliegan en retablos y polítpticos, mezclando retratos y escenas con iconografía, numerología y geometría sacra, intentando establecer diferentes planos de lectura.

Pictóricamente, se trata de una obra sin más pretensión que la didáctica, que no es poco. La mezcla de técnicas y los aspectos que pudieran ser considerados experimentales, obedecen a la voluntad de reflejar algunas tensiones intrínsecas a la mayor parte de la obra de Antonio Padrón. La relación del gris con una gama restringida y precisa del color; la ficción del espacio con los mínimos recursos y la obsesión por hacer encajar visiones más propias del dibujo con lenguajes propiamente pictóricos, donde el orden de la saturación y la temperatura del color, el detalle y la textura, intentan desmentir algunas de las leyes más populares (aunque no universales) de la representación bidimensional.

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