Primavera isleña…

Sentir una caricia suave
en la descolorida piel, tras el encierro,
ver los montes vestidos de blanco
como novias, directas al altar,
tules de margaritas ante los ojos,
la ilusión de la nieve que no existe
pues ya es la primavera quien te envuelve.
Respirar, muy despacio, el aroma a libertad,
andar por las veredas, resbalarse,
ver el cielo entre las copas de los pinos
escuchar unas risas, el piar de los pájaros en libertad,
muy lejos de los coches, de los ruidos;
ver desde otro lado del barranco
esos lugares donde también fuiste feliz,
y volver a sentirte como si nada hubiese cambiado,
hasta que de repente
un rostro azul
te recuerda que estás viva,
y que para poder cuidar, te cuidas.

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