Seca la pluma

Intentaba escribir algo sin saber qué pero mi mente divagaba con lo absurdo de este mundo donde la gente se mata. Despellejan al pobre que se queja y al rico que presume, al perro que ladra y al gato que huye. Me sentía desbordado por tanta información externa. Apagué la luz de las bombillas y encendí una vela. Me hizo ilusión parecerme a Cervantes escribiendo “El Quijote” aunque llegó a mi mente  Mingote para dibujar una caricatura.  Y ahí estaba yo con una vela en la mesa, un papel en blanco y seca la pluma.

Decidí dejar esa empresa, abandonar la mesa y dirigirme con un libro de poemas a la habitación para meterme en la cama y alimentar la mente con versos de Lorca, pero ni eso. En el preámbulo quedé tieso con los ojos cerrados, los pies helados y el poemario por los suelos. Estaba claro que no era mi día, ni mi noche tampoco. Tenía algo de fiebre, jaqueca encubierta y los perros sin comer ladrando en la azotea; sin embargo, la noche estaba iluminada por la luna llena y hasta un gallo cantaba como si ya amaneciera.

Me levanté y eché a andar descalzo por el pasillo. Al tacto de la madera sentía mis pasos como ausentes, las paredes  frías  y mis manos calientes (cosa nada usual) pero aquella noche todo estaba del revés, todo era diferente.

Volví al lugar de partida y corrí la incómoda silla del salón frente a una mesa gris rectangular sobre la que me esperaba provocador el teclado  del ordenador que tanto me hacía suspirar. Allí se congregaron los cuatros perros hambrientos y a través del ventanal  la “iluminada enamorada” que tantas horas de sueño me debía…Tenía tal confusión que opté por aclarar mis ideas con ” Las Cuatro Estaciones de Vivaldi”. Somnoliento cabalgué por todas ellas  pero les aseguro que el invierno frío en mí no hizo mella, el caliente verano estuvo de paso, sin embargo fue largo el otoño… hubo ahí una buena siembra, no sólo hojas caídas y jornadas tristes… surgieron nuevas ideas y con los vientos alisios más intensos, limpieza de caminos viejos, pero la sintonía que más se esperaba eran los armónicos sonidos de violines de la primavera. Con ellos pude dormir, soñar y sentir como si en aquella noche transcurriera la vida entera. Erg

 

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