Verónica Forqué, un alma en el escenario, que nos cautivaba con solo observarla.

Su peculiar tono de voz nos marcó, nos “enganchó”, nos entusiasmó, junto a esa amplia sonrisa, mirada dulce y actitud serena, tierna y eterna.

Sonreía cada día, siempre delicada, alegre y risueña.

Fue una chica “Almodóvar”, sus primeros pasos en el cine fueron junto a su padre, en la película titulada “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”, pregunta que igual, se pudo haber realizado en su intimidad y soledad.

Hasta que se convirtió en lo que siempre se mereció, una ACTRIZ consagrada, con muchas “tablas”, carisma y ganas. Sí, ganas, porque le echaba ganas a todo lo que se le presentaba.

Le prestó su dulce voz a la terrorífica película de “El Resplandor”, una incongruencia basada en su talante gracioso, con el escalofriante “Jack Nicholson”, en medio de un lugar blanco, solitario y apartado.

Es curioso cómo, en ocasiones, nos puede costar percibir el estado de ánimo de una persona. Su aspecto nos puede decir lo contrario a como quizás, realmente lo está pasando.

Mirada sensible, aspecto reluciente, sonrisa prominente, voz diferente. Estos son algunos de los atributos que caracterizaban a Verónica.

Por todo ello, nunca podremos olvidar su saber estar y su personalidad tan peculiar.