"La Casa Huerta" Historia de la propiedad de una finca en el recinto de Teror

“Viernes 14 de noviembre de 1514. Este dicho día estando los Señores Deán e Cabildo capitularmente ayuntados, según que lo han de uso y costumbre, dieron su poder cumplido, como administradores al canónigo Juan de Troya para que por ellos…tomar posesión de la Iglesia de Santa María de Therore que el Señor obispo unió a esta Iglesia”.

Con este poder comienza la documentación histórica de la advocación mariana en la Villa, y en él se nombra uno de los primeros personajes relacionados con la misma: el canónigo Juan de Troya. Como cura de Teror se fue beneficiando durante años con repartos de tierra en distintos lugares del municipio, y su descendencia quedó plenamente imbricada con todos los linajes primigenios del territorio terorense. Quede como ejemplo de ello, el topónimo de Las Troyanas en el municipio de Valleseco.

A mediados del siglo XVI, gran parte de la hoy llamada Finca de Sintes, objeto de este escrito, pertenecía a Jacobina de Troya, doncella de la parentela del mencionado canónigo (éste tuvo varias hijas, conocidas como Las Troyanas) por lo que probablemente fuera éste quien detentara en un primer momento la posesión de la hacienda descrita. Abunda en esta teoría el que una parte de la misma fuese años más arte propiedad aún de Juan Rosales, hijo de otra descendiente de Juan de Troya. Jacobina casó por esas mismas fechas con Miguel de Arancibia “El Viejo”, que procedente de Ondarroa, Vizcaya, vino a la isla a ocupar una escribanía, y fue el tronco del que procede la actual familia Arencibia del norte de Gran Canaria, ya con el apellido modificado.

Jacobina de Troya impuso una misa cantada, que debían pagar sus herederos anualmente con cargo a la finca para el día de Nª Sª de los Ángeles. Años más tarde, su nieto Miguel de Arencibia “El Mozo” impuso también sobre otra parte de la hacienda una misa cantada con cargo a una limosna anual de dos reales impuestos sobre “un cercadito y casa” que lindaba con el camino de la Fuente de la Higuera.

La finca fue unificándose por herencia y compra y, a partir de fines del XVI pasa su titularidad sucesivamente por varias generaciones de la misma familia: el alférez José García en 1636, don Domingo García en 1692 y, por fin, a mediados del siglo XVIII, don Julián García y Macías de la Cruz; cuyo nombre de pila designó a la hacienda por mucho tiempo, ya prácticamente en su extensión actual.

La siguiente propietaria, doña Luisa Bernarda García de Cigala y Aguilar, hija de don Julián, casó en el Sagrario-Catedral de Las Palmas con don Cayetano de Huerta Perdomo y Domínguez, nacido en La Palma en 1679, con lo que este nuevo apellido entró también en la nomenclatura de la finca y le dio nombre durante casi tres siglos: la Casa Huerta. De los once hijos procreados por esta pareja, sería el segundo de ellos, don Andrés Antonio de Huerta y Cigala, quien quedó propietario de la finca y construyó la vivienda principal de la misma, inmueble que, reconstruido y reformado en 1991, es ocupado en la actualidad por las concejalías de Cultura y Festejos.

Don Andrés de Huerta fue colegial en el Colegio Mayor de Santa María de Jesús en Sevilla, doctor en ambos derechos (secular y canónico) y en Sagrada Teología, canónigo de la Catedral de Canarias y Capellán de Honor del rey Carlos III desde 1762. Fallecido en Las Palmas el 28 de octubre de 1781, quedaron como herederas de la hacienda terorense, sus hermanas Mariana y Micaela. Éstas fundaron mayorazgo en 1785 y la propiedad pasó a su vez a los descendientes de otra de sus hermanas, doña Juana Tomasa de Huerta y Cigala, casada con el tinerfeño Bartolomé Bravo de Laguna y Ramos Van Damme, quienes serán sus propietarios durante más de medio siglo.

Por los múltiples contratiempos con que las aguas subterráneas estaban afectando al actual templo, edificado en 1767, en 1814 se construyó hacia el lindero norte de la finca una mina, un túnel de desagüe de ocho metros de profundidad que servía para sacar hacia el barranco las aguas que se filtraban en los cimientos de la iglesia y que dio nombre a una calle del Barrio de Abajo de la Villa

En 1848, la hacienda es vendida por los Bravo de Laguna a don Agustín Manrique de Lara, propietario de otro lugar destacado del territorio terorense, la finca de Osorio. Consta en documentación de esta época del Archivo Parroquial de Teror una delimitación que coincide exactamente con los linderos que tiene en la actualidad la propiedad:“Esta hacienda está a la banda debajo de la trasera de la iglesia grande y linda con la plaza por el poniente con barranco de la Fuente de la Higuera por abajo Barranco R. que va a Tenoya y por el otro el barranquillo de la Mina. Llámase la huerta de Julián o la casa de Huertas”.

Posteriormente, la familia Manrique de Lara la vende a otra familia relevante de la burguesía isleña y de origen balear, los Sintes, quiénes, por ser sus últimos propietarios particulares, son los que han originado el nombre con el que en la actualidad se denomina toda la zona.

Durante las obras realizadas en 1926 en La Alameda del pueblo, se trasladó contiguo a las tapias de la finca, el Pilar de abasto situado junto a la araucaria de la Iglesia desde 1866, creando una estampa pintoresca en ese entorno hasta que desapareció a finales de la década de 1950.

En el año 1961, don Juan, don Jaime y don José Sintes Rodríguez proyectan la urbanización de la finca. Al conocer la negativa de la corporación a esta iniciativa, a fines de dicho año la ofrecen en venta al ayuntamiento terorense en 2.000.000 de pesetas: y éste, reunido en pleno el 4 de noviembre de dicho año acepta la compra “no sólo para parque público, sino además para estacionamiento de vehículos, campo para feria de ganado e instalación de distintos servicios municipales” y como desahogo de las Fiestas del Pino. La compra se protocolizó ante notario al año siguiente.

Distintos trabajos encaminados a convertirla en el Parque Municipal proyectado tuvieron lugar en estos años y se crearon entornos como pequeñas plazas, veredas, miradores, el famoso parque chino, zonas de reforestación, que no tuvieron una labor de continuidad en el tiempo. Asimismo, en pleno del 4 de agosto de 1966 se acordó solicitar una Biblioteca Pública Municipal ofreciéndose los terrenos de la finca, algo que, evidentemente, no llegó a realizarse. Lo que sí se ubico
en la finca en los años siguientes, junto al camino de El Chorrito, fue el vertedero municipal, que tantos problemas traería al vecindario de la zona y a la municipalidad durante mucho tiempo, hasta su desaparición.

En la década de 1980 se producen por parte del ayuntamiento dos actuaciones concretas que configuran un cambio profundo en la finca. Por un lado, en 1983, se realiza la apertura de la avenida Néstor Álamo para circunvalar el casco de la Villa, que dividiría estas tierras en dos zonas totalmente diferenciadas. Posteriormente, el 23 de agosto de 1986 se produjo la inauguración del Club de la Tercera Edad, edificio construido en terrenos de la finca, en el lindero de la misma con la calle Santiago Rivero; realizaciones ambas que modificaron totalmente la zona de la finca más cercana al casco histórico.

La actuación sobre la vivienda en 1991 y la construcción de la Plaza de la Mujer años después configuraron una delimitación del espacio donde continuar trabajando municipalmente para facilitar su uso público. Este espacio quedó definido por la Plaza y la calle Casa Huerta por un lado, la Avenida Néstor Álamo por otro y la calle Santiago Rivero al Norte.

En la siguiente década se ejecutaron las obras que han culminado la conversión de todo este perímetro en una zona ya imprescindible para la organización de eventos sociales, festivos y culturales de la Villa de Teror: los aparcamientos y la zona comercial, la pavimentación del parque y la construcción del espacio cultural por antonomasia del Teror del siglo XXI, el Auditorio estrenado el 13 de octubre de 2006. Por otra parte, la extensa zona forestal restante constituye una promesa de futuras prestaciones de la finca para el pueblo de la Villa y los que la visiten.

En esta breve relación del devenir histórico de la hacienda tratada, hoy en día tan importante para el conjunto histórico del Recinto terorense, no debe obviarse, para dejar un regusto popular y festivo, que durante este último siglo toda la zona alta de la finca, sombreada de pinos y castañeros y alfombrada de tomillo silvestre y trebolinas, ha sido gratamente aprovechada por generaciones de romeros al Pino, visitantes veraniegos y parejas de enamorados, para cantarse ternuras y lanzar al aire requiebros amorosos al calor de las tardes de verano.

Ya dejó constancia de ello el poeta terorense Vicente Jiménez que, cuando en su poema “El romance de la víspera” de 1928 nos habla de los regocijos y expansiones en la noche de los romeros en esta zona de Teror:

“Madrugada de los bailes
con cuerpos de turroneras
para turrones de besos
en la Fuente de la Higuera.
Última flor de la noche
que se deshoja en la fiesta”

José Luis Yánez Rodríguez
Cronista Oficial de Teror