Sedienta de tu boca, tus ávidos labios y tu lengua. Ya sedienta de ti y de tu hambre, de la mirada azul con que seduces las células de piel, incandescente, que claman por tu lluvia enamorada. Sedienta de la mano con que enciendes las brasas en los surcos de mi cuerpo, de tu callada voz martilleando jadeos increscentes a mi oído, del río de placeres, desbordando los mares de mi cuerpo, hacia mi playa. Sedienta, sí, sedienta de ti y de tu risa, del calor de tu pecho ensortijado, de la mano desnuda de promesas con que anudas la mía, amor, sedienta. Inma Flores. |