Sedienta

de tu boca, tus ávidos labios

y tu lengua.

Ya sedienta de ti y de tu hambre,

de la mirada azul con que seduces

las células de piel, incandescente,

que claman por tu lluvia enamorada.

Sedienta

de la mano con que enciendes

las brasas en los surcos de mi cuerpo,

de tu callada voz martilleando

jadeos increscentes a mi oído,

del río de placeres, desbordando

los mares de mi cuerpo, hacia mi playa.

Sedienta,

sí, sedienta de ti y de tu risa,

del calor de tu pecho ensortijado,

de la mano desnuda de promesas

con que anudas la mía, amor,

sedienta.

Inma Flores.