Aromas y recuerdos

Salió de la ducha, vestida de una sonrisa especial,  se embadurnó de aceite de almendras y mientras dejaba que penetrase en su piel fue secando sus cabellos.

Una vez que su melena estaba dispuesta secó también su cuerpo, suavemente, con gran delicadeza, como se de la piel de un bebé se tratase.

Cuando acabó se fue junto a su cama y se puso el juego de lencería, color rojo, que ya tenía preparado, y un precioso vestido de noche, del mismo color.

Volvió al cuarto de baño, usó el desodorante en barra (siempre sonreía al hacerlo, pues a veces bromeaba con su exnovio diciendo que tenía una forma fálica) y se perfumó con un perfume que estaba en el último estante, casi inaccesible.

A las nueve de la noche ya estaba preparada. Justo dos minutos después sonó el teléfono:

      Te espero junto al portal— dijo la voz al otro lado del hilo telefónico.

      Bajo ya— contestó la muchacha, tomando su bolso y su abrigo.

Cuando bajó a la calle allí estaba Joaquín, esperándola, vestido de una forma bastante formal, una camisa clásica, chaqueta, corbata… estaba guapísimo.

      Qué elegante estás— le dijo, mientras dibujaba una espléndida sonrisa.

      Pues tú… no es para menos— respondió el joven —te queda fenomenal ese color, rojo pasión.

Una cena, baile, risas, paseo junto al mar y un cielo sembrado de estrellas sobre sus hombros.

Era imposible no caer en la tentación de un beso, al que luego siguieron dos, tres…

Casi sin darse cuenta ya estaban uno en brazos del otro, con la respiración agitada, igual que las olas que a esa hora llegaban a la orilla. Los jadeos podían escucharse, pues no tenían la intención de cortarse ninguno de los dos.

      ¿Qué te parece si vamos a otro lugar?— Preguntó el joven.

      Estupendo, si quieres podemos ir a mi casa. Allí no molestaremos a nadie, ni tampoco nadie nos interrumpirá— contestó.

Durante el camino, en coche, iban acariciándose, excitándose el uno al otro. Las miradas estaban cargadas de energía, tanta que a veces parecía que algo cercano iba a explosionar. No llegaba el instante de aparcar, hasta que por fin se vieron abriendo la puerta del apartamento.

Las luces estaban apagadas, ella encendió una pequeña lámpara de pie que estaba junto al sofá. Allí mismo se tumbaron con energía, uno sobre otro, y no importa quién estaba debajo o encima, pues con tanta pasión no paraban de rotar, de besarse y hasta de morderse…

Los cuerpos iban siendo recorridos con una pasión cercana al límite máximo de velocidad, a punto de estrellarse, a punto de sentir cómo sus miradas les podrían parar en seco…

Sin darse cuenta se habían desnudado, lentamente, aunque no del todo,  por lo que la joven dijo que necesitaba ir al cuarto de baño, aprovechando para envolverse en un agradable olor, Chanel nº 5, el perfume que le gustaba utilizar para hacer el amor.

Cuando salió su amante le esperaba en la cama; corrió a su lado. Él estaba con unos bóxers de color azul, con muchas, muchas nubes blancas, y una tienda de campaña de grandes dimensiones.

Comenzaron a besarse, a introducir los dedos ávidamente por todas las oquedades. Los labios, la lengua, los pies… tampoco estaban quietos.

Fue una noche larga e intensa en la que ambos quedaron agotados, y duró hasta  el amanecer.

Cuando despertó, cerca del mediodía, él ya no estaba a su lado; dudó si todo había sido un sueño, pero no, no lo era. En su cuarto de baño estaba el Chanel nº 5 junto al cepillo de dientes. Sin duda sólo lo usaba cuando iba a disfrutar de una placentera velada; fue un regalo hecho para recordar, y ahora ella recordaba que era libre, que jamás lo volvería a usar con quién se lo regaló.