Convergen la mirada y la sonrisa encendiendo las brasas y los cielos, preñando del amor los mismos suelos sin dudas, sin dolor, sin tener prisa. Más, pronto le llegó el desengaño sembrada la quimera de los celos, de gritos, de tristezas, de desvelos, de ausencias cotidianas y de daño. No quería sentirse prisionera y aguantó las palizas y los llantos fingiendo ser feliz ante cualquiera. Empujones, desprecios… fueron tantos que ya nada quedó que les uniera. Su vida siempre fue nido de espantos. Escoltada esta tarde la llevaron directa al camposanto. La enterraron. Un R.I.P. innecesario.
Inma Flores © – 21/01/18 |