Esa mirada… por Inma Flores

¡¡Ay, ese joven, tan fornido, cómo me mira!! No me quita el ojo de encima…

¡Qué descarado, si hasta me ha hecho un guiño! Pues, no, no está nada mal… Ahora que lo miro bien tiene buenas piernas, un poco arqueadas, pero se ve que son fuertes. Y sus brazos, uhmm, cuántas cosas habrán cargado esos brazos tan fornidos. Las manos amplias, ágiles, estupendas para bailar con él entre tantas otras cosas que se me empiezan a ocurrir ¡¡ay madre!! y cómo son sus hombros ,¡¡cielos!!, qué pecho tiene… Esa camiseta oscura tapa bastante sus pectorales, pero seguro que están muy bien formados.

Ojos… quietos ahí, no se vayan a mirar su cuello que eso me produce muchas sensaciones extrañas… Sí, claro, extrañas, llevo ya quince años viuda, sin probar varón, y se me pone ese  maromo delante, no deja de mirarme, y yo aquí, derritiéndome toda… Estoy enchumbá, y no sé si es de tanto calor o qué…

Su nariz, qué nariz tan bien dibujada tiene, y esos dos ojos que me continúan mirando… Unas cejas bien pobladas… Mejor me fijo en sus labios, carnosos,…

—Sí, Bartolo, no te revuelvas donde quiera que estés, te encantaba que te mordisqueara la boca, pero no temas, no le voy a morder, aunque me muero de ganas ahora mismo. Y por rozar esa mejilla… Se nota que las hojillas de afeitar están caras que estos jóvenes de hoy tienen la manía de afeitarse una vez a la semana, nada más.

¡¡Ufff…!! Qué calor me está entrando, y entre más sofocos tengo el muchacho más me mira. No sé si decirle algo, pero me da cierta vergüenza, aunque claro, me está mirando de forma descarada, me mira de arriba abajo, luego cambia la mirada a otro lado y lo vuelve a hacer de reojo, ¡se cree que no me estoy dando cuenta! Me dan ganas de ir a donde está y pellizcarle una nalga, seguro que es puro acero..

¿Y si me acerco a él? ¿Y si le digo algo? Igual me conoce…  Esa forma de mirarme de arriba abajo es la que me tiene mala, y más si me sonríe como lo está haciendo ahora ¡tiene los dientes completitos! No, esa sonrisa no es de una prótesis, seguro que muerde la carne con ganas…

¡¡¡¡PLOFFF!!!!

De repente se escucha un fuerte estruendo en la estancia. La gente se aglomera en torno a doña Clotilde. Llegan el ATS y el conductor de la ambulancia, piden que dejen espacio libre para que la señora pueda respirar, le toman el pulso y lo tiene aceleradísimo, aunque su rostro está bastante pálido.

  • ¿Alguien sabe cómo se llama?— preguntó el ATS
  • Doña Clotilde— contestó una voz…

En esto, tras humedecerse las manos le da unos suaves cachetes en las mejillas para ver si recobra el conocimiento, mientras le humedece los labios y  la llama por su nombre.

—¡¡Eh, ¿qué ha pasado?!! — pregunta la señora con los ojos aún cerrados.

En cuanto los abre, la sonrisa de oreja a oreja sorprende al joven que ha ido a socorrerla, a lo que éste le responde:

  • Llevo ya un buen rato observándola, me daba la sensación de que no se encontraba bien, pero como no paraba de bailar, no me atreví a acercarme pensando que lo que le pasaba tenía que ver con la alteración por tanto bailoteo tras el copioso almuerzo que se han dado hoy todos los miembros de esta excursión.

Y es que la ilusión siempre es niña, en cualquier postigo puede encontrarse algo de luz, y el cruce con una mirada produce chispas de colores, aunque se trate de una excursión con derecho a baile de un club de la tercera edad. Con derecho a baile, reitero.

Inma Flores © 2018