Esta historia puede ser la mía, o la de mi hijo, o puede ser la tuya o la de tus hijos, en definitiva la de cualquier persona; hasta hace poco tiempo yo era totalmente feliz, adoraba a mis padres con los que vivía, adoraba a mi pareja, me gustaba mucho mi profesión y trabajo y era feliz. Un mal día me entregué al juego de azar y me convertí en un enfermo del juego, en un ludópata. Al partir de entonces, ni mis padres, ni mi pareja, ni mi profesión me interesaron nada, sólo me interesó una cosa, el juego. Soy un esclavo del juego y estoy con las manos esposadas.
En la vida todos podemos caer en el error de escoger un camino falso, ir por un atajo, el del juego del azar, conseguir dinero fácil. El camino del vértigo, el camino que nos seduce, que nos promete todo y no nos exige nada y al final te lo quita todo.
Sacar dinero para seguir jugando, estar continuamente pensando en los partidos que habrá mañana, o pasado, qué apuesta podré hacer, de dónde podré sacar el dinero…
Hace unos días nos despertábamos con la noticia de que en Canarias se han triplicado el número de jóvenes ludópatas online. Las casas de apuestas o el juego online están en todas partes como una mala hierba. Un problema social que va en aumento. La ludopatía estuvo hasta hace unos años reconocida como un trastorno de control de impulsos, hoy en día está reconocida como un trastorno adictivo sin sustancia por la OMS, sus características son muy claras, es una enfermedad, un trastorno psicológico que requiere tratamiento.
Cuando el juego deja de ser divertido y se convierte en una obsesión es entonces cuando hablamos de ludopatía, los intereses en este sector regulado y legal son muy poderosos, pues tanto empresas de comunicación como clubes y entidades deportivas y la propia administración participan del reparto de beneficios que generan el mundo de las apuestas.
El negocio crece, pero también el volumen de jugadores patológicos, a la par que disminuye de manera alarmante la edad del que juega. La inmensa mayoría de los apostantes, lo dicen las estadísticas, pierden. En el contexto de un juego responsable, esto sería irrelevante, sin embargo, cuando el nuevo jugador entra en la espiral obsesiva de volver a jugar para recuperar lo perdido, o ganar más, estamos ante un problema de salud pública, alejado de los focos y que carece del glamour que se anuncia con tanta profusión e hipocresía en los medios.
Es difícil estar ajenos a la posibilidad de jugar, especialmente a los más vulnerables. Cuando se hace publicidad, utilizando a los iconos del deporte, para muchos niños y jóvenes, éstos son mitos, nos hacen creer que esto está relacionado con el deporte, y lo vemos como inocua, sin peligro, pero no es así, al final estas conductas crean adicción al juego en nuestros jóvenes. También la cercanía de estas casas de apuestas, cerca de los colegios e institutos y en barrios humildes, toda una realidad que demuestra que al juego en línea produce riqueza y beneficios, pero también genera adicción y con ella desgracia.
Las administraciones deben hacer campañas de información para toda la población, también la policía ha de tener herramientas para saber cómo actuar ante esta problemática, campañas de prevención, especialmente para los jóvenes, que se implante en los institutos con ciclos informativos, en general: informar, sensibilizar y recomendar unas pautas de actuación para evitar que seamos esclavos del juego, al fin y al cabo esta adicción destroza la vida de las personas y la de su familia.