“El vasallaje en la sociedad feudal, era un vínculo o relación entre un vasallo y su señor, en virtud del cual el primero estaba obligado a servir o pagar ciertos tributos al segundo a cambio de protección”.
Si para algo debe servir la historia es para no repetir errores, pero por desgracia, en nuevos contextos y con otros protagonistas, se reproducen situaciones que creíamos superadas.
La condición de determinados seres humanos parece no haber evolucionado con el paso del tiempo.
Nos debe preocupar y ocupar, la deriva autoritaria de determinados mediocres, que ostentas responsabilidades o cargos públicos.
En las relaciones de vasallaje del siglo XXI no se reparten tierras, ni castillos a cambio del auxilio y la defensa del señor feudal pero, lamentablemente, tenemos al frente de determinadas instituciones, organizaciones y centros a personajes que favorecen con cargos, coordinaciones, proyectos y demás mamandurrias que contribuyen a generar una auténtica red clientelar acrítica e insolidaria, cuya única motivación es aferrarse al poder con la connivencia y lealtad de sus vasallos.
A los que no están con el “régimen” se les puentea, obstaculizan o machacan con el cinismo de afirmaciones como: “No te lo tomes como algo personal “.
Los vasallos actuales pagan sus tributos con el apoyo irracional a su señor, independientemente de las circunstancias, defendiendo lo indefendible o bien con el silencio cómplice ante sus actuaciones prepotentes y autoritarias, que solo evidencia la carencia de argumentos.
Célebre es la afirmación categórica de don Miguel de Unamuno ante a los enemigos de la democracia: “Venceréis pero no convenceréis “.
Si algo se constata en los distintos ámbitos de desarrollo del ser humano (familiar, educativo, laboral, político…), es que cuando se carece de liderazgo siempre se recurre al clientelismo para tapar las vergüenzas del autoritarismo.