El barranco de los Aromeros, con sus siete kilómetros de largo nace en las medianías del municipio de Ingenio y desemboca en la playa del Burrero, fue un importante baluarte en el sector agrícola, frutal y ganadero, desde los siglos XVI hasta el comienzo del pasado siglo XX (1.920), gracias a sus numerosos afluentes y galerías de aguas cristalinas que brotaban en sus riberas, haciéndola bien frondosa en su tupida vegetación, la cuál fueron aprovechados por los labradores y ganaderos del Carrizal, especialmente los que contribuyeron con la famosa “Casa-Huerta del Carrizal” en la actualidad suplantado injustamente con el nombre de (Casa del Obispo) que perteneció al Señorío de Agüímes.
Entre los años de 1.600 hasta 1.850 los lugareños bajo las órdenes de los “terratenientes obispales”, optaron por levantar grandes y anchos muros (entre 80 y 120 centímetros) a base de “piedra viva”, revestida con arena gruesa, picón fino volcánico y abundante cal al objeto de servir de muro de contención a las frecuentes crecidas del agua en el citado barranco por las lluvias invernales, protegiendo así las escasas zonas terreras de regadío y plantaciones ubicadas en las postrimerías del cauce del citado barranco.
El barranco de Los Aromeros, se formó en el tercero y último ciclo magmático de su plataforma costera de la Comarca del Sureste de Gran Canaria, dentro de la Era Cuaternaria (entre diez mil y un millón de años), asimismo posee materias geológicas-formativas que es desconocidas en la mayor parte de nuestros barrancos isleños. De sus riquezas acuíferas y agrícolas causó la natural satisfacción del clero obispal que pernoctaron durante siglos en la hoy reestructurada y mal llamada «Casa del Obispo» en Carrizal, constituyendo la cercana huerta, una autentica despensa en la valoración de sus verduras y frutales durante casi tres siglos.
En los actuales tiempo de hoy ésta semi-desértica zona, protegida por sus humedades, conservan millares de plantas autóctonas, tales como las tabaibas, veroles, balos, tuneras y otras plantas endémicas, aparte de cañaverales, pinos-cipreses y palmeras, donde ofrece a las vistas de millares de turistas que nos visitan e isleños a través de sus itinerarios, con esplendidas vistas panorámicas, con ocasión de la circunvalación Carrizal-Ingenio-Agüímes. Indudablemente la pérdida de sus ricos afluentes y manantiales de aguas y del 90% de su vegetación, fueron debidas a las extracciones masivas de su rico elemento por las aberturas de innumerables pozos que fueron sacadas por las grandes maquinarias-diésel, donde posteriormente se fueron secando poco a poco, no solo éste vergel del barranco de los Aromeros, sino también de su otro cercano barranco de Guayadeque.
Los inventos del hombre en forma de progresos acaecidos a principios del pasado siglo XX, para beneficios de aguatenientes y terratenientes, dejaron en éstos dos barrancos las huellas de las canalizaciones, embalses-estanques, paredes y murallas y tierras de labranzas….”completamente desnudas”, incluido numerosas casas-máquinas (hoy abandonas, inseguras y en lamentables estados de conservación y ahora para colmo de males, escasea de las entrañas de la tierra, las valiosas aguas subterráneas y en la superficie las aguas de lluvias, excepto la de las altas tecnologías en forma de aguas desaladas y depuradas”.
En este siglo XXI con la implantación de las nuevas tecnologías en materias agrícolas que quieren implantar (llámese huertas agrícolas) se han eliminados aquellas grandes paredes antiguas de piedra por el moderno cemento incluidas también parte de sus ricos yacimientos geológicos de arenas petrificadas y es que el progreso en nuestra era espacial y atómica dan al traste las construcciones hechas por nuestros antepasados y las formadas por nuestra madre naturaleza ¡ver para creer!.
(*) Escritor y Articulista www.antonioestupinan.com