La fragilidad y la falta de seguridad , características presentes en muchas de las personas mayores, hacen que el colectivo de la tercera edad sea uno de los más atractivos a la hora de engañar, estafar o robar. El ejemplo más actual lo hemos vivido estos días con la desarticulación de una banda que robaba a pensionistas a la salida del banco, los esperaban en los portales de sus viviendas y allí eran atracados.
Hay muchas personas mayores que durante el día pueden ser muy independientes y hacer diferentes tareas, salir a la calle e ir al banco, cajero, pero dado los últimos acontecimientos se sienten asustados y desprotegidos por los hurtos como puede ser su pequeña pensión por la falta de escrúpulos de algunas personas.
En una sociedad centrada en valores como la juventud, la producción y el consumo, la jubilación marca el primer paso hacia la clasificación social como “persona mayor”, “viejo”, “anciano”, la definición económica como “pasivo” y la valoración política de “votante pasivo”. Al mismo tiempo se producen una serie de cambios vitales que van más allá del mero hecho de cumplir años. Adaptarse a tales cambios no es tarea fácil y va a depender de los recursos personales, familiares y sociales que las personas mayores tengan. Es éste uno de los momentos en los que se manifiesta más su vulnerabilidad.
Yo me quedo con la imagen de las personas mayores como receptoras de ayuda, cuidados y apoyo económico que como cuidadoras de otras personas y donantes de su tiempo, energía, conocimientos, apoyos afectivos, materiales y económicos a la familia y a la sociedad.
Mucho tenemos que meditar y por encima de todo, que hacer, para frenar los abusos que se comenten en contra de los adultos mayores, no les neguemos la dicha de gozar de su familia, de ver crecer a sus nietos y de convivir con sus descendientes, porque recordemos que lo que se siembra, se cosecha.
Pedro Lorenzo Rodríguez Reyes.