Recién cumplidos mis 45 años diría que más de la mitad de ellos han estado relacionados de alguna manera con la política.
Enamorado de la política vista como un servicio honrado a tus iguales y por supuesto de la más cercana, la municipal, de la política a pie de calle, la de compartir inquietudes con tus vecinos en la puerta del colegio, en la cola del supermercado o sentado en un banco en la plaza.
Me afilié al Partido Popular al cumplir los 18 años, allá por el 92, pero como muestra de mi inquietud por la política, en las Municipales del 1991 pegué carteles y repartí publicidad y aún no podía votar.
Después de 27 años y con etapas de más y menos actividad política, el año pasado asumo la Presidencia del partido y unos meses después fui designado candidato a la alcaldía de mi pueblo, de Santa María de Guía de Gran Canaria.
Reto que asumí con ilusión, con responsabilidad y al final de todo una situación que alguna vez había rondado mi cabeza.
Representar a mis vecinos en el Ayuntamiento, poder defender sus intereses, gobernar para todos y colocar a mi pueblo como referente en Gran Canaria y Canarias eran y son mis intenciones.
Pasadas las elecciones locales de Mayo los guienses hablaron y decidieron que el reparto de los 17 concejales fuera el que todos conocemos.
Casi 600 vecinos apostaron por un candidato nuevo, inexperto en gestión local y acompañado de una candidatura joven, renovada, pero con mucha ilusión.
El 15 de Junio tomé posesión como concejal de la nueva Corporación y han pasado poco más de 100 días.
Cien días en los que la política se ve de otra manera, ¡Claro!, se ve desde dentro, cuando tienes acceso a información, a expedientes, a cuentas… que como ciudadano de a pie no tienes.
Solicitar información, preguntar dudas, hablar con los funcionarios, departir con los vecinos desde el otro lado, ese aunque sea concejal en la oposición es mi día a día.
Pero sobre todo aportar soluciones, resolver los problemas de los ciudadanos y trasladar las preocupaciones de éstos a quiénes pueden y tienen capacidad de decidir, en este caso, el alcalde y sus compañeros de gobierno.
Pues aquí está mi principal decepción, el principal escollo con el que nos encontramos mis compañeros de la oposición y yo.
Chocar contra un muro de hormigón, contra la sinrazón, contra una manera de hacer política autoritaria, donde anular al “rival” es el objetivo, donde entorpecer la labor de la oposición es una prioridad: negando o dilatando los plazos que marca la ley para facilitar la información, rechazando cualquier iniciativa, coartando los derechos para los que fuimos elegidos legítimamente por los ciudadanos.
Rechazar más espacios verdes y mejor cuidado por nuestros jardines, rechazar una cancha a un barrio para que los niños hagan deporte, rechazar mejoras en las ayudas a los estudiantes, rechazar mejoras en los accesos a barrios por potenciales peligros existentes, rechazar un reglamento de participación ciudadana en el que darle voz a los vecinos y que puedan ser partícipes de las grandes decisiones que nos afectan a todos, rechazar reunirte con colectivos que defienden el Patrimonio y nuestra Historia… en fin… rechazar, rechazar y rechazar.
Pero este mandato durará cuatro años y tengo la esperanza de que las cosas cambien, de que la coherencia y el sentido común se instalen en nuestro municipio para no irse nunca más.