Polo era un personaje popular de mi pueblo natal, Guía de Gran Canaria, pues aunque vivía en de La Atalaya, el barrio mas populoso de Guía, era conocido por todo el municipio. Era retrasado mental pero más listo de lo que algunos creían. Iba siempre bien vestido pues su hermana, con quien vivía, lo tenía siempre muy aseado y bien atendido. La chaqueta, la boina y la cachimba formaban parte de su identidad y siempre estaba dispuesto a pedir alguna moneda cuando se presentaba el momento, pues nunca perdía la ocasión de pedirla incluso cuando alguien quería gastarle alguna broma. Muchas veces también trabajaba en lo que encontrara. Recuerdo que mi padre le dio trabajo en una ocasión cuando estaban limpiando el estanque de la finca, debido a la tierra que se metía junto con el agua de la lluvia. Aguantó poco porque le gastaban muchas bromas y un día se cabreo y se marchó.
Tenía la costumbre de ir por las fincas buscando trabajo. Claro está que lo que le daban eran trabajitos sin responsabilidad y por supuesto nada peligrosos, porque te exponías a llevarte un disgusto si le ocurría algún accidente.
Los sábados era cuando los dueños de las fincas venían a pagar al personal y allí estaba Polo para pedirles unas monedas, eso si, después de saludarles quitándose la vieja boina que llevaba siempre puesta. Se sabía de memoria el horario de llegada de todos, si por la tarde o por la mañana. A mi casa no fallaba casi nunca y su costumbre era saludar a uno por uno llamándoles por su nombre aunque anteponiendo el término de don, señor, señora o señorita. Se conocía todos los nombres de los propietarios de las fincas y de las tiendas, vamos, de todo el que le interesaba.
Era muy respetuoso con todo el mundo. Recuerdo que en una ocasión un vecino y amigo le estaba gastando una broma que a él no le estaba gustando mucho y va y le dice: «si sigues molestándome me voy a cagar en tu mamaíta». Era educado hasta para insultar.
Hay un par de simpáticas anécdotas que les voy a relatar:
ANÉCDOTA NÚMERO 1.- En Guía, en el centro de la ciudad, había un zapatero que era muy conocido que se llamaba Francisco y que todos le llamaban maestro Pancho. Un día, unos amigos de los altos de Guía, le regalaron una baifa y se le planteo el problema de que no podía tenerla en su casa y no quería matarla porque le daba mucha pena. Así qué se acordó de Polo y lo mandó a buscar. Polo, que por supuesto conocía a maestro Pancho, se presentó en su zapatería al día siguiente tempranito y maestro Pancho le plantea el siguiente negocio: Polo, que te parece si te llevas esta baifa y la cuidas hasta que se haga una machorra y después la vendemos y nos repartimos las perras?. Hombre maestro Pancho, le razonó Polo, mitad por mitad me parece que yo salgo perdiendo p’os tenga en cuenta que yo le tengo que poner de comer toditos los días y eso da trabajo. Si Polo, le contesta maestro Pancho, pero yo pongo la baifa. Total que Polo lo piensa un poco y al rato le dice: p’os viéndolo así claro que me interesa. Cerraron el trato con un apretón de manos y se fue Polo contento con su baifa camino para su casa en La Atalaya.
Dicen que Polo cuidaba a la baifa como sí fuera una hija, y cada vez que pasaba por delante de la zapatería de maestro Pancho éste le preguntaba: «como está la baifa Polo», a lo que Polo siempre respondía: «bonita maestro Pancho».
Y así pasaban los meses y siempre la misma pregunta y la misma respuesta. Hasta qué un día, habían pasado ya 7 u 8 meses, vamos la baifa era ya una machorra, y tras la misma pregunta de maestro Pancho le contesta Polo: «oiga maestro Pancho, usted puede creer que cuando más bonita estaba se murió «. Desde luego, maestro Pancho no se lo creyó pero tuvo que envainársela y reconocer que Polo fue más listo que el. Pues él se quiso aprovechar de Polo y al final Polo se la jugó a él, pues lo que estaba claro es que la baifa no se murió. O se la comieron o la vendieron. !Y parecía bobo coño!
ANÉCDOTA NÚMERO 2.- En la Atalaya, al igual que Polo, vivía también Panchito que era propietario de una camioneta y se dedicaba a hacer transportes de mercancías o de cualquier otra cosa que se terciara y muchas veces se llevaba a Polo para que le ayudará a cargar y descargar la camioneta. Cuando terminaban Panchito le daba una propina, aunque alguna vez si estaba escaso de perras le decía que en otro momento le pagaba, cosa que a Polo no se le olvidaba y se lo recordaba con frecuencia. Un día iba Panchito a aparcar la camioneta y le dice a Polo que se pusiera detrás para que le avisara cuando fuera a llegar al muro que estaba a pocos metros. Y Polo le decía: !dale Panchito!; !dale Panchito!; y Panchito siguiendo sus instrucciones seguía dándole para atrás a la camioneta hasta que le pega tal empujón al muro que le abrió un boquete, al tiempo que le grita Polo: !ya le distes Panchito!». «Eso es p’a que te jodas y me pagues lo que me debes». Panchito se cabreó en principio pero al final tuvo que reírse por la forma de vengarse Polo ante su incumplimiento en el pago, al tiempo que se decía a sí mismo: «el bobo soy yo coño».
Bueno, pues así era este hombre tan popular de mi pueblo que ya hace muchos años que falleció siendo bastante mayor.