Pepe Cañadulce, (José Santana Castro), era un personaje popular en gran parte de la isla de Gran Canaria. Vivía en la ciudad de Las Palmas, en el barrio de San José, y en todo mi noroeste natal era muy conocido. Murió en al año 1.991 a la edad de 72 años.
Este personaje, lo digo con todo el respeto, era algo «totorota», como llamaba nuestro Pepe Monagas a los que eran algo retrasados mentales, pero era capaz de razonar y hacer algunos servicios y, desde luego, en las perras no había quien lo engañara.
Era clásico verle con su pantalón llegándole a las canillas, su cachimba, su gorra y sus inseparables tambor y bocina con los que se ganaba la vida haciendo publicidad en directo. Y por último, también formando parte de su ser, sus inagotables mocos que daban asco nada más mirarlo. Este pobre hombre tendría que haber padecido una sinusitis de caballo.
Hay que entender que en aquella época la publicidad funcionaba de «boca a oreja», pues no habían otros medios; bueno estaba la prensa y la radio, pero en los pueblos apenas llegaba a la gente más pudiente pero no al pueblo llano. En fin que nuestro hombre se ganaba las perras yendo por los pueblos y barrios pregonando los eventos que había en cada momento. Que yo recuerde en esa época sólo habían dos tipos de eventos que pregonar. 1,- los estrenos de las películas que echaban en los cines Hespérides de Guía y más tarde del cine de La Atalaya, y de los cines Viejo y Guaire de Gáldar. Y 2.- El circo «TOTI», que solía visitarnos una o dos veces por año y que generalmente se instalaba en La Atalaya, el barrio más populoso de Guía.
La anécdota que les voy a contar transcurre en mi pueblo, Guía, allá por la década de los cincuenta del pasado siglo.
Era tradicional que el cine Hesperides de mi ciudad, sobre todo cuando era el estreno de alguna película, contratara los servicios de Pepe Cañadulce para que hiciera publicidad por todos los barrios hablando sobre las excelencias de la película y repartiendo algunos programas de mano y otros los ponía en escaparates y en cualquier otro sitio que creyera conveniente y le dejaran poner. La verdad es que el hombre tenia que hacer muchos kilómetros, pues hay barrios de Guía que están bastante alejados unos de otros y en aquella época no había ningún medio de transporte público entre ellos, por lo que los tenía que hacer caminando.
Su modo de pregonar era muy peculiar. Primero llamaba la atención de la gente tocando su viejo tambor de la Falange, que la chiquillería del lugar celebraba desde que lo oían y lo rodeaban y seguían por todas partes; después paraba el tambor y con su bocina lanzaba el mensaje, que sonaba más o menos así: «El chábado por la noche gran estleno de la película «X» con Ladan Ladan como altista princhipal, (naturalmente se refería a Alan Ladd), en el chine Hesperides de Guía». Y así continuamente por todos los barrios una y otra vez desde por la mañana hasta por la tardecita en que cogía el «coche de hora» y regresaba a su casa en el Barrio de San José de la ciudad de Las Palmas, que en aquella época tardaba en torno a las dos horas y media en hacer el recorrido.
Les voy a detallar el recorrido del coche de hora para que los más jóvenes lo comprendan: Si el coche salía de Guía tenía que pasar por la Cuesta de Silva, San Felipe, El Pagador, San Andrés, Bañaderos, Arucas, Tenoya, Tamaraceite y Las Palmas, hasta la calle Bravo Murillo donde tenía la estación y destino final. Para que lo comparen, se tardaba casi más que lo que tarda hoy un avión a Madrid.
En la mayor parte de las veces, la publicidad de Pepe Cañadulce se desarrollaba de esta manera. Después de realizado el trabajo le pagaban lo acordado y ahí acababa todo, hasta una próxima ocasión. Pero si no le pagaban lo que habían acordado o lo que él creía que era justo, entonces la publicidad se convertía en negativa y volvía al día siguiente y se recorría de nuevo todos los barrios que se había pateado el día anterior e iba retirando todos los carteles que había colocado y anunciaba por su bocina: «No vayan al chine Hesperides de Guía porque esta lleno de pulgas». «La película es una mielda y el achechino es el barbero».
Esto se lo escuché en varias ocasiones cuando de chiquillo yo vivía en Becerril. Ese era su modo de vengarse. Lo que pasaba es que ya todos lo conocíamos y enseguida comentábamos: «ya a Cañadulce lo volvieron a engañar con las perras».