VIVENCIAS DE NUESTRA GENTE NÚMERO 2.

En los años 50/60 del siglo pasado, Guia tenía un equipo de fútbol que era la envidia de todos los pueblos de la isla. Hasta el punto que le llamaban el Real Madrid del Norte. Recuerdo sobre todo los partidos entre el U. D. Tirma de Guía y el Unión Moral de Gáldar, también un buenísimo equipo, que eran de infarto. Los campos de fútbol de La Atalaya o el de Barrial se llenaban a rebosar. A ambos equipos los arropaba una afición muy fiel que los seguían a todas partes de la isla, donde quiera que jugaran. A veces se producían algunos encontronazos entre ambas aficiones, motivo por el cual siempre habían varias parejas de guardias municipales o de Guardias Civiles en todos esos encuentros..

De entré todo el plantel del U.D.Tirma, en esos momentos las estrellas eran Pepito Caballero y Rogelio Calero. Tenían tanta calidad que un día viene un ojeador del U.D. Cádiz y se quedo prendado del equipo y sobre todo de la calidad de los dos jugadores citados. El Cádiz estaba entonces en Primera División Nacional

Una vez acabado el partido, el citado representante del Cádiz se presenta al Presidente del U. D. Tirma y le pide permiso para hablar con Pepito y con Rogelio y le manifiesta sus intenciones, que no son otras sino ficharlos para su equipo. El Presidente del Tirma, lógicamente se lo da y se alegra en cierto sentido por la mejora que va a suponer para ambos jugadores.

Una vez que Pepito y Rogelio salen de los vestuarios, el presidente del club les presenta al representante del Cádiz C. F.  Quien les manifiesta que les ha gustado mucho la técnica de ambos y que quisiera hacerles unas pruebas médicas y técnicas en las instalaciones del club en Cádiz. Ambos se miran mutuamente y no se lo podían creer. Les contestan que necesitaban unos días para hablarlo con el club y las familias e incluso para madurar la noticia porque había sido una gran sorpresa. El representante lo entendió y quedaron en verse de nuevo tres días más tarde.

El club lógicamente accedió de inmediato pues es una norma, aunque no escrita, de dejar salir a cualquier jugador que vaya a mejorar su carrera deportiva fichando por un club de superior categoría.

Ambos jugadores eran solteros pero tenían sus novias. Por sus padres no hubo problemas y las novias se resignaron.

Llegado el día se reúnen de nuevo con el representante del Cádiz y tanto Pepito como Rogelio, dan el consentimiento para desplazarse a Cádiz a pasar esas pruebas médicas y técnicas. El citado técnico les emplaza de nuevo para dentro de unos días para el tener tiempo de sacar los billetes del barco y el dinero del banco para los gastos de cada uno, pues tenían que estar en Cádiz entre ocho y diez días.

A los pocos días les hace entrega de los billetes de ida y vuelta en el barco y de una cantidad generosa de dinero para que tuvieran suficiente para los gastos. Después de cuatro agotadores días de navegación llegan al Puerto de Cádiz. Buscaron un hotel que no fuera muy caro y una vez descansados  salen a dar una vuelta por la ciudad. Se tomaron sus copas, cenaron y se divirtieron de lo lindo. Lo pasaron tan bien que repitieron una y otra vez hasta que se gastaron todo el dinero que llevaban.

En el C.D.Cádiz les esperaban todos los días. Y así un día tras otro y los dos jugadores canarios que no aparecían ni daban señales de vida. El técnico  que los había contactado no le encontraba ningún tipo de explicación. Incluso llegó a pensar si les habría ocurrido algo.

Lo que paso es que una vez sin dinero se fueron para el Muelle y cogieron el barco de vuelta para Gran Canaria, sin haber pasado por el Club Deportivo Cádiz. Inexplicable pero cierto.

Pocos años antes de fallecer Pepito Caballero, con el que yo llevaba buena amistad, le pregunté que si ésta anécdota que me habían contado fue cierta o era inventada. Me contesto que fue rotundamente cierta. Y que desde luego no se sentía orgullosa de ella. Pero te explico, me dijo, pues aparte de que nos gustaban las juergas más que a un tonto una tiza, también hubieron otras razones que, aunque no justifica nuestro comportamiento, también influyo en la decisión que tomamos tanto Rogelio como yo, pues ésta fue muy meditada.

Estas fueron las otras razones:

  • El sentimiento del isleño al vernos tan lejos, pues nunca habíamos salido de la isla y las ganas que teníamos de ver a nuestras novias.
  • Las dudas de sí serían capaces de adaptarse a esa tierra y estar tanto tiempo fuera de su isla.
  • Nos invadió también la gran duda de si serían capaces de adaptarse a la disciplina de un club de primera división, donde seguro que les prohibirían hasta tomarse alguna copa.
  • Y la nostalgia tan grande que sentían de dejar el Club Deportivo Tirma de su ciudad, al que tanto amaban.

Ya se que nuestro comportamiento, me decía, fue perjudicial para el Cádiz al que pedimos disculpas por carta explicándoles lo que había pasado. Lo entendieron, o al menos eso nos dijeron en su respuesta por el mismo medio.

Así que, siguió contándome Pepito, una vez que nos habíamos decidido a regresar, pensamos en que si íbamos por el club éstos tratarían de convencernos y nos podría acarrear algún problema por el dinero del barco y el que nos habían dejado para gastos.

Por ello decidimos que no iríamos por el club y aprovecharíamos la ocasión para conocer Cádiz y echarnos unas juergas hasta que se nos acabaran las perras.

Es cierto que perdimos una buena oportunidad de jugar en un club de primera división, pero mentalmente no estábamos preparados para esa gran aventura, para ese salto enorme desde un club regional de un pueblo a un equipo de Primera División Nacional.

Pero una cosa si es cierta, remató Pepito: “Lo pasamos de puta madre”.

Muchos años más tarde conocí otro caso similar en cierto sentido de un joven jugador también de Guía. Yo era muy amigo de Mario Vega con el que incluso jugué en la etapa de juveniles en el Guíense de La Atalaya. Un día mientras tomábamos algo me enseño una carta en la que el C. D. Mallorca de primera división lo quería fichar. Mario era un gran defensa central que jugaba entonces en el U.D.Tirma, de Guía.

Después de pensarlo muy seriamente, decidió no fichar porque no se encontraba capaz de seguir la disciplina de un club de primera división. Recuerdo que me argumentaba: Pepe yo ahora tengo un buen trabajo y si me voy a jugar al Mallorca lo pierdo y mi gran duda es cuánto voy a durar allí?. Y después a empezar de nuevo?. No, prefiero seguir aquí jugando muy a gusto y conservando mi empleo de Perito en Finanzauto.

Yo creo que hizo bien y así se lo dije. Es el problema del gran salto y el amor al terruño que parece que nos ata a la tierra. O como dicen algunos “las maguas del isleño”.