Tengo el honor de haber pertenecido a esta laureada rondalla: LA PRINCESA GUAYARMÍNA, de Guía, más conocida como la «Rondalla de Chanito el Practicante», que fue su valedor; hasta el punto que desapareció en cuanto él falleció, afortunadamente ya muy mayor.
Con estas líneas que empiezo a escribir quiero rendir mi más humilde homenaje a esta agrupación, que fue la número uno mientras existió.
Yo tocaba el timple y llegue a la rondalla por medio de su primer timplista Antonio Mireles, que era mi profesor y maestro. Tendría por entonces unos trece años.
Recuerdo que en aquella época, al menos en Guía, no estaba bien visto tocar instrumentos de cuerda, pues era sinónimo de juerguista, de mala gente. Mi maestro llevaba siempre el timple dentro de un cartucho de papel y bajo el brazo y yo, lógicamente, le imitaba. Tratábamos de llevarlos oculto.
Se ensayaba una vez por semana, creo recordar que los lunes, en uno de los salones del Instituto Laboral de Guia. La Rondalla estaba formada por un grupo de tocadores muy bien compensados, varios cantantes solistas y un cuerpo de baile que era la envidia de otras formaciones. Había una conjunción total.
Es muy importante para cualquier grupo folclórico tener buenos solistas, pues son los abanderados del grupo. Nosotros teníamos cuatro solistas, dos mujeres y dos hombres. Pero habían dos que sobresalían y eran las estrellas: Una chica que tenía una voz prodigiosa que se llamaba, y espero que siga llamándose, Lorenza. Era muy guapa y una voz que cautivaba a cualquiera. Hasta el punto que un día fue a oírla cantar un representante de una casa discográfica de Barcelona. Se quedó prendado de ella y le ofreció dedicarse a la canción como profesional. Ella lo rechazó porque tenía que instalarse en Barcelona. Y Como solista masculino teníamos al gran Juan Quintana «El Claca». De lo mejor de la época en canarias.
En el grupo habían dos timplistas. El primer timple era Mireles, así le llamaban todos, y el segundo era un señor de San Juan de Guía que no recuerdo con seguridad su nombre pero creo que se llamaba Zoilo. Yo era un aprendiz, que sólo iba a los ensayos, pues aparte de que tres timples eran muchos en ese grupo para una actuación, yo todavía estaba aprendiendo los temas, que eran muchos y que abarcaban todo nuestro folclore.
Unos dos años más tarde, Mireles dejó la Rondalla y quedé yo como segundo timplista. El primero, naturalmente, quedo Zoilo. Yo tendría entonces unos quince años e iba progresando como tocador y mi rasgueo seguía mejorando por lo que todo el grupo me trataba con mucho cariño. Además yo era en muchos ensayos el único timplista, pues Zoilo solía faltar con bastante frecuencia. Ya me sabía todos los temas y disfrutaba tocándolos.
El tener dos timplistas en un grupo conlleva el peligro de que se crucen los rasgueos, y lo que se escucha es un barullo; por eso, o se conjuntan bien, o el segundo timple debe sonar algo más bajo que el primero. Nuestros rasgueos eran muy diferentes pues Zoilo tocaba solo con el dedo índice y yo con toda la mano al estilo de Mireles. Por tanto me tocaba a mí como segundo tocar más bajo que el primero.
Pero uno de los motivos principales de tener dos timples en un grupo es por precaución por si en algún momento falla uno, pues un grupo folclórico no puede estar sin el sonido de este instrumento que como saben es autóctono de canarias.
El Claca tenía buenos chascarrillos. Como muestra les voy a contar tres de ellos.
1ª).- En una de las veces que fue al programa Tenderete de TVE, que dirigía y presentaba Fernando Díaz Cutíllas, Nanino, cuando le estaba entrevistando le pregunta que cuantos años tenía, a lo que Juan, muy serio, le contesta que tenía 80 años. Nanino se le queda mirando y le dice: Claca eso es imposible, tú no puedes tener más de 40 años. A lo que le contesta Juan con media sonrisa: Si, pero es que yo he vivido el doble, de noche y de día. Nanino y el público presente se partieron a reír.
2ª).- Esta otra la viví yo. Ocurrió un día de Las Marías en un bar de Guia, en donde encontré a Juan Quintana, El Claca, por casualidad. Estaba él, Pepe, un buen púa conocido por “Pepe el Pario» que ese día tocaba el requinto, y Memo que tocaba la guitarra muy bien. Al llegar yo me invitaron a incorporarme con el timple. Vamos, la parranda completa. Nos saludamos con mucha alegría y nos echamos unos piscos, pues todos habíamos pertenecido a la Rondalla Princesa Guayarmina. En un momento dado, mientras tomábamos una copa, le digo al Claca: “Coño Juan te veo siempre igual es que tu no vas a envejecer nunca”?. Y me contesta con su media sonrisa: “Como voy a envejecer Pepe si yo nunca he dado un palo al agua”. Quiso decir que no había trabajado nunca. Y era cierto, pero nadie se explicaba cómo podía vivir sin trabajar, pues siempre se le veía bien vestido y por su aspecto bien alimentado. Algunos pensaban que Chanito le “ayudaba”. Y era posible que fuera así pues el Claca entonces era la estrella del grupo y uno de los mejores solistas de canarias.
3ª).- también está la viví yo. Recuerdo que estando yo en la Escuela de Folclore de Las Palmas, a mediados de la década de los 80, me designaron para localizar y hablar con el Claca para una colaboración o algo así. Hablé con él y no hubo ningún problema. Entonces saqué unas hojas de la cartera de mano que llevaba y se las di al tiempo que le decía que eran letras de folias, malagueñas e isas por si le gustaba alguna para que las cantara. Se me quedó mirando y me dijo: Coño Pepe tú no sabes que yo no sé leer?. Le contesté que no lo sabía a pesar de todos los años que estuvimos juntos en la Rondalla. Me dijo que le seleccionara un par de ellas y que se las leyera que él las memorizaba. Pocos sabían que El Claca era analfabeto. Menos mal que tenía buena memoria.
Eran muchas las actuaciones que hacíamos durante el año y que yo no me perdía ninguna. Una de las más importantes era un certamen que se celebraba en el Parque de San Telmo por las fiestas fundacionales de Las Palmas de Gran Canaria. A este evento iban las mejores rondallas de la región pues hablen buenos premios en metálico. La Princesa Guayarmina ganó el primer premio muchas veces.
Entre tantas actuaciones puedo destacar algunas como, en el teatro Pérez Galdós, en el Pueblo Canario, en La Aldea de San Nicolas, en la romería de la Virgen Del Pino en Teror, y en las fiestas de la Virgen en Guía.
Recuerdo la vez que fuimos a la Aldea en una guagua grande, y todos íbamos con bastante miedo porque la carretera era muy estrecha y estaba aún sin asfaltar y sin barandillas quitamiedos. Hasta tal punto era peligrosa que para cruzarse dos vehículos grandes se tenían que esperar en ciertos sitios porque en todas partes no cabían los dos. Y si encima el trayecto de vuelta lo hacíamos de noche, pues más miedo nos daba.
Hay una anécdota que quiero contar de una actuación en El Pueblo Canario., de la ciudad de Las Palmas. Mi timple era muy duro de tocar aunque no tenía mal sonido. Lo había conseguido cambiándolo por un par de palomas ladronas a un chico de Becerril. Bien, pues llevábamos ya tocando un buen rato y tenía los dedos ya algo «escaldados» por la dureza de las cuerdas, cuando de pronto siento una suavidad, un frescor y una ligereza en mis dedos de la mano derecha que se me deslizaban por las cuerdas sin ningún esfuerzo. Mi sorpresa fue cuando me miro los dedos, y veo que un mirlo se había hecho caca y me había caído justo encima de mis dedos y las cuerdas del timple. Así tuve que seguir tocando hasta el final de la actuación. Luego todos se rieron por la puntería del dichoso pájaro, pues estábamos tocando debajo de unas palmeras.
Otra actuación muy divertida y que a todos nos apetecía hacer era en el Pinar de Tamadaba, en el chalet de don José Samsó. Nos invitaba todos los años a comernos un sancocho. Íbamos a primera hora de la mañana y regresábamos a última hora de la tarde. Lo pasábamos muy bien.
Recuerdo dos años sobre todo:
El 1º). Porque Chanito se cayó de la guagua, al coger ésta una curva y no se mató de milagro. Iba sentado en una silla porque no habían más asientos y no dejo que fuéramos en la silla uno de los más jóvenes, yo recuerdo que me ofrecí, pero él quiso ser el sacrificado. Eran aquellas guaguas que no llevaban puerta en lo que era la entrada y salida de pasajeros y al coger una curva muy pronunciada la silla se volcó y Chanito salió despedido por la puerta yendo a parar a la carretera. Afortunadamente solo recibió unos rasguños, pero nos llevamos todos un enorme susto.
El 2º). Porque con las prisas en vestirme para ir a coger la guagua que nos llevaría a Tamadaba, y al ser a una hora muy temprana y aún medio dormido, en vez de ponerme mis zapatos me puse unos de mi hermano que eran iguales a los míos pero un número menos y aunque al principio no lo note, a medida que fue transcurriendo el día estaba que apenas podía andar por las llagas que se me fueron formando. Me amargo el día.
Tengo que aclarar que la razón principal de invitar a la Rondalla era para amenizar el almuerzo a todos los ilustres invitados de don José Samsó, que desde luego eran la flor y nata de las islas. Después de la actuación, que duraba lo mismo que la comida, nos íbamos a otro lugar de la finca y nos comíamos el sancocho acompañado de la bebida que quisiéramos pues había de todo, y servido por camareros profesionales debidamente uniformados. El recuerdo que me queda es que lo pasábamos muy bien.
No recuerdo por que conducto, creo que por el Cabildo Insular de Gran Canaria, le llega a Chanito una invitación para ir a la península por unos quince días para actuar en varias ciudades, unas concursando y otras como simple actuación. Todo ello con los gastos pagados y además el premio de los concursos si los ganábamos, como así sucedió, y lo que se cobrara por actuaciones era a repartir. Era una época de escasez y cualquier ayuda era bien recibida.
Mi desilusión llegó cuando Chanito me explicó, diez o doce días antes de la partida, que se haría en barco hasta Cádiz, que sentía mucho tener que prescindir de mi pero que el presupuesto era muy corto y que sólo podía llevar a un timplista y claro se veía obligado a llevar a Zoilo porque era el primer timple y con mucha más experiencia y antigüedad en la Rondalla. Ante él aguante el tipo diciéndole que no se preocupara por mi, que lo entendía. Luego, solo en casa, llore de rabia y de desilusión, pues me había hecho a la idea de ir desde que lo anunció en un ensayo, e incluso ya tenía el permiso de mis padres pues era en verano y estaba de vacaciones en el Colegio. Yo tendría entonces algo más de 16 años y nunca había salido de la isla.
Explico este hecho, sin hacer más comentarios, porque a partir de ese momento, me fui distanciando de la Rondalla y al poco tiempo dejé de ir pese a que me invitaban, tanto Chanito como algunos otros componentes, a que volviera. Unas chicas del cuerpo de baile que al ser del pueblo las veía con frecuencia me decían que fue una pena pero que Chanito les explicó que incluso el tuvo que poner dinero de su bolsillo pues el presupuesto que le dieron era muy corto y que sólo podía llevar a un número limitado de personas. Creo que tampoco viajó alguna pareja del cuerpo de baile. Yo lo entendí y comprendí perfectamente la postura de Chanito, pero no volví más a La Rondalla; había perdido la ilusión. Un año más tarde, a los 18 años, me fui a hacer la mili voluntario y termine olvidando la que fue mi primera etapa musical, pues a esta le siguieron varias etapas más.
Les voy a resumir mi trayectoria musical. A la etapa de la Rondalla Princesa Guayarmina le siguió un silencio de 13 años que aunque seguí tocando en parranditas de fines de semana, no estuve en ningún grupo por motivos de trabajo principalmente. En el 1.972 me enrole en Los Gofiones, que hacía unos pocos años que se habían fundado. Varios años más tarde desde que dejé este grupo, forme parte de un selecto grupo que se formó en la primera Escuela de Folclore de Las Palmas de G.C. Luego, a finales de 1.999, me incorporé a la parranda de La Orden del Cachorro Canario. Después co-fundé Los Vegueteros. Años más tarde también fui fundador y forme parte de Los que no Escarmientan. Y por último, después de varios años, estuve en Los Faycanes de Telde, donde he dado por terminada mi larga trayectoria musical.
Sólo añadir que después de tantos años tocando el timple, he llegado a la conclusión de que no he conocido a nadie que rasgueara tan bien este instrumento como Antonio Mireles. Tenia unos dedos larguísimos y parecía que cuando tocaba todos eran independientes unos del otro. Fue todo un privilegio haberle tenido como profesor y haberle podido imitar sino al ciento por ciento si en un grado medio alto. Vaya mi reconocimiento y admiración desde aquí.