A la Madre que ya no está

Solo el silencio es capaz de evocar tu ausencia.
Solo el silencio es capaz de evocar tu recuerdo.

En la oscuridad de la noche,
allá en la lejanía, brilla tu luz;
es aquella estrella que señala la eternidad y que un día compartiremos.

Al despuntar el día tus palabras resuenan, son un eco lejano:
“levántate, vamos que se hace tarde…”

Y, en lo cotidiano, aquella idea,
ese olor, un consejo, este lugar, una caricia, la súplica, aquel recuerdo…, brota como manantial que calma la sed del olvido.

En los momentos felices, allí estabas tú. En los momentos complejos, también te encontré.
Siempre pendiente del camino cuyas huellas alentaste.

Cuando acaba el día se echa de menos tu pregunta: “ Cómo ha ido todo, mañana será otro día, no te olvides de rezar antes de dormir…”

En tus últimos años, cuando la niebla del olvido se instaló en tu mente, silenciando las palabras; en la mirada escuchaba tus mensajes, en tu gestos el amor que las limitaciones y la enfermedad jamás desterró.

Otro día de la madre contigo en la eternidad, se antoja complicado pero llegue hasta allí mi gratitud, llegue hasta allí mi recuerdo, llegue hasta allí el beso mañanero de este día, que como el resto de los días se te echa mucho de menos.

Solo el silencio es capaz de evocar tu ausencia.
Solo el silencio es capaz de evocar tu recuerdo.