Soy hijo de una madre que, como muchas madres, trabajó hasta la extenuación para sacar sola su familia adelante.
Soy nieto de una abuela que, como muchas abuelas, fueron auténticas heroínas en tiempos de guerra y de posguerra.
Soy el marido de una mujer que, como la gran mayoría, trabaja fuera y dentro de casa.
Desde esos orígenes y desde esa cotidianidad, permítanme esta reflexión:
Cuando en la familia no respetamos la dignidad y los derechos de nuestras abuelas, madres, esposas, hermanas, hijas…, difícilmente propiciamos la igualdad.
Cuando en el trabajo pisoteamos a una compañera para tener un mejor destino, horario, cargo, por sus limitaciones personales o laborales…, difícilmente actuamos desde la honestidad.
Cuando poco nos importa las condiciones de aquellas que en nuestro entorno viven en la marginalidad social y, miramos para otro lado, justificamos nuestra inacción con la excusa de que es competencia de las administraciones públicas, adolecemos del valor de la solidaridad.
Cuando vemos cómo se trata a las mujeres dependientes, con servicios más propios de estados caritativos que de estados cimentados en la justicia social, y nos callamos, poco podemos presumir de dignidad.
Cuánto de folclore, de postureo y de protagonismo, de manipulación y utilitarismo en aquellos y aquellas que reducen los derechos y la dignidad de la mujer a un día y a un color, olvidándose del día a día, de las situaciones y los rostros concretos.
Cuando enarbolamos banderas generales y lejanas, obviando las realidades cercanas, no dejamos de ahondar en la hipocresía de aquellos y aquellas que ven la paja en el ojo ajeno con una viga descomunal en el suyo.
La lucha por la igualdad empieza por los derechos y la dignidad de las mujeres que tenemos más cerca porque, evidentemente, resulta fácil ser valiente en abstracto.
Están los que luchan solo por el poder e instrumentalizan las legítimas reivindicaciones, y aquellos que luchan por la libertad real, donde el poder no deja de ser más que un medio y no el fin.
Por ello reivindicó los derechos de la mujer desde la honestidad, la dignidad, la solidaridad y la igualdad en la cotidianidad, como elemento fundamental para conquistas y reivindicaciones que, probablemente, por ser tan generales, difícilmente llegan al día a día de las mujeres en concreto.
Fd.- Manuel García Morales.