Desde que se declarara el estado de alarma el pasado día 14 de marzo de 2020, se dijo a la población que sólo podrían permanecer abiertos los servicios médicos, los comercios de alimentación y las farmacias, por ser servicios de abastecimiento básico. En ese momento la actividad social y económica estaba llamada a parar y así ha sido en gran medida y con ello el principal motor de nuestra economía, el turismo.
Los comercios de alimentación y servicios básicos de núcleos urbanos pequeños, como Artenara, seguimos abriendo para atender a la población que habita en estas zonas. Estamos poniendo en riesgo nuestra salud y la de nuestros trabajadores para dar servicio a un número muy bajo de personas y con sus traslados restringidos.
El actual “turismo cero” nos está poniendo en una situación de verdadero riesgo de quiebra, pues ni turistas ni vecinos de fin de semana pueden venir a comprar. Por un lado tenemos la responsabilidad de abrir, pero por otro nos hemos visto con la clientela turística anulada. Sin embargo, no tenemos opción de reducir gastos de suspensión de contratos, reducción de jornadas o ayudas a las empresas afectadas, ya que somos servicios básicos y, probablemente no lleguemos al 75 % de reducción de actividad aunque sí a más del 50 %. Al parecer, la situación de fuerza mayor no es aplicable a nuestros casos particulares.
Las zonas rurales de Gran Canaria han sufrido cuatro duros golpes en apenas 8 meses: dos incendios, una tormenta de tierra y viento y un estado de alarma por razón sanitaria. Estas eventualidades se han acumulado y están en riesgo los servicios a la población. Se nos agota la capacidad física y anímica tanto de los gestores de las empresas como la de los trabajadores para afrontar esta situación, al menos tres semanas más. Estamos manteniendo nuestras pequeñas empresas abiertas al público, en fase de recuperación de clientes de niveles mínimos desde agosto, manteniendo los gastos y el nivel de empleo. Si aplicáramos criterios puros de rentabilidad en nuestros comercios, como hacen las grandes empresas, ¿qué pasaría? Probablemente se trataría del golpe de gracia que le falta a las zonas rurales y vaciadas de población para su desaparición definitiva. Y no queremos, porque nuestros pequeños comercios son nuestra vida y la vida de nuestros pueblos.
Por ello, solicitamos que se reflejen medidas de ayuda a los comercios de alimentación de pequeñas zonas rurales puesto que estamos cumpliendo un servicio público básico. Necesitamos aliviar los costes que supone mantener nuestro servicio disponible para la población. Si ejercemos un servicio público, que las administraciones se hagan cargo de garantizarlo ayudándonos y con diligencia.
Nosotros asumimos nuestro papel, facilitando que la gente de esta zona pueda estar abastecida y no realice traslados a otros lugares por ese motivo, pero no podremos mantenernos así de manera prolongada.
Miqueas Sánchez Romero,
Gerente de Panadería de Artenara y Supermercado Udaco Artenara y
Presidente de la Asociación de empresarios de Artenara, EDARTE
www.descubreartenara.com
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