En estos días complejos, de incertidumbres sin respuestas, cuando parece haberse detenido el tiempo, y con él la vida, son los compañeros de viaje los que regresan a nuestra memoria , rememorando desde la nostalgia, las vivencias compartidas en ese largo camino que es la vida; son los familiares, los amigos de la infancia o la juventud, los compañeros de trabajo, los alumnos y los exalumnos, los vecinos y los conocidos de nuestras rutinas, ahora limitadas.
En estos momentos, separados por la distancia que se rompe cuando marcamos un número de teléfono o pulsamos las teclas de las redes sociales.
Son los amigos y los compañeros de viaje, a los que hemos enviado mensaje o hemos llamado en estos días de confinamiento, para preguntar cómo les va a ellos y a sus familiares. Las respuestas de estas llamadas han tenido un denominador común: “aquí estamos llevando la situación lo mejor posible”. Y nos conforta el saber que están bien.
Pero la excepción rompió la regla y, como un mazazo, la respuesta fue”estoy ingresado con el virus”, entonces quedas paralizado y no sabes qué responder. Te preguntas los porqués que carecen de respuestas. Me pregunto qué respondo. No es fácil.
Mensajes de ánimo, de confiar en su fortaleza, de confianza en los profesionales…, de cómo ha ido la noche o de cómo se amanece, de fuertes abrazos y emoticonos afectivos.
Solo sé, qué si estuviera en su situación, querría sentir cercanía.
La cercanía en tiempos de distancia resulta paradójico, pero la vida no deja de ser una paradoja que nos pone a prueba, haciendo posible lo imposible. Y, hemos estado cerca en la distancia, hemos compartido incluso una conversación, con tu voz entrecortada, hemos celebrado tu vuelta a casa para seguir recuperándote.
Estoy convencido que será cuestión de tiempo, ese tiempo que parece haberse detenido, el que de nuevo nos permitirá celebrar tu victoria.