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A pocos días de volver a Chile, Inma me invitó a visitar el norte de esta isla, que me cobijó y me vio crecer durante los años de la dictadura chilena, isla que se convirtió en mi segunda patria, mi otro hogar… Gran Canaria.

Visitar el norte es como sentir el alma de la isla. Embriagada observo la topografía accidentada y compleja, avanzamos por la costa rumbo a Agaete.

¿Quieres tomar un café en la finca de Pedro?,  me consultó Inma casi con indiferencia. No pude imaginar que tras su insulsa pregunta había una invitación tan especial.

Enfiló rumbo al interior, dejando la brisa marina a nuestras espaldas y nos adentramos en el Valle de Agaete, precioso enclave de fincas de frutos tropicales, cítricos y café.

Después de disfrutar los sobrecogedores paisajes del Valle, llegamos a la Finca Callicó.

Pedro, un hombre entrado en años, de pelo cano y azules ojos de plácida bienvenida, nos recibió y nos guió hacia su casa. Una casa que removió mis emociones, una pequeña construcción tradicional de madera y piedra, como sacada de cuentos antiguos, pero fresca y lozana, respirando amor y candela, exultando historia.

Elena, su mujer, se disculpaba, perdonen el desorden, dijo, pero qué desorden susurré, aquí solo hay amor y trabajo.

Ella nos sirvió orgullosa un café, suave y moderadamente aromático, como si tuviera frutas y chocolates, mientras él nos contaba con el pecho henchido, que este café era único en Europa, producido en pequeñas cantidades pero cultivado con tanta delicadeza y en condiciones ambientales únicas que lo convierten en un café exótico y de calidad internacional.

Intenté hacer durar el precioso café tanto pude, incluso así lo bebi demasiado rápido y no me atreví a pedir otro, sería abusar de tanta cortesía…

Pedro entusiasta, nos quiso mostrar el proceso y recorrimos su finca, acompañados de sus Rottweiler y Boni, una pequeña mestiza de rizos azabaches.

Las plantas de café crecen bajo la sombra de naranjos y aguacateros, quizás esto le da ese aroma y sabor tan peculiar.

El proceso de maduración del fruto puede tardar hasta 8 meses y la recolección se hace a mano, nos cuenta Pedro, luego se despulpa, se lava, se deja secar, se despergamina, se tuesta, se muele y finalmente se embolsa.

Lo que yo escribí en tan solo unas líneas significa tanto trabajo y meticulosa dedicación que su valor de venta me pareció miserable.
menos mal no pedí otro café

Aromas del Valle, un moka arábigo de tueste natural, delicioso y lleno de magia.

Un café que crece entre poetas y el romántico canto del viento entre las palmeras.

Un café que se nutre del esfuerzo y del amor infinito.

Gracias Inma por este viaje a los sentidos.

Gracias a los Callicó por permitirme conocerlos, por contarme su historia.

Me llevo a Chile el aroma de su café, único en Europa.

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