Hay personas que no dejan de sorprender. Conviene aclarar que la presente observación se le hace a alguien por su cargo público, nunca como ciudadano particular.
En concreto, el alcalde de Guía, en Pleno Extraordinario del 15 de febrero de 2019 acuerda reabrir el proceso participativo “Las plazas que sueñas, creas y vives”. Así lo recoge el nº 49 de la revista municipal “Tú Santa María de Guía”, página 1: “ …estos acuerdos se adoptaron dadas las nuevas inquietudes y propuestas surgidas recientemente respecto a este proceso participativo y mostrar a los guienses el respeto y compromiso del grupo de gobierno de velar por la protección del patrimonio histórico del municipio” Continúa el texto diciendo: “Cabe aclarar que no existe proyecto de ejecución del ámbito total de las plazas ni consignación presupuestaria” , y finaliza con la afirmación: “ Este concurso no es vinculante, por lo que no hay obligación ni compromiso por parte del Ayuntamiento de ejecutar la idea ganadora”.
Pues bien, todo lo que argumentó parece ser que será falso. El alcalde está empeñado en seguir despreciando (y depreciando) el espléndido conjunto histórico que hemos heredado. Por ello, se ha convocado un Pleno Extraordinario (martes 30 a las 8:30) en el que se prevé aprobar la aberración urbanística ideada desde el primer momento, y se ejecutará con un presupuesto millonario a pesar de la gran crisis económica y social que ya está aquí, invirtiendo en hormigón en vez de hacerlo en economía productiva y tejido empresarial.
Ante tal cambio de planes (“donde dije digo, dije…”) viene a la mente la figura del rey Fernando VII, quien, tras jurar fidelidad, por dos veces, a la Constitución de 1812 (en 1814 y 1820), en ambas la traicionó, iniciándose tras la segunda vez (1823) la conocida en la Historia de España como Década Ominosa. Por cierto, uno de los artífices de esa Constitución fue el guiense Pedro Gordillo y Ramos, persona de talante bien distinto al de su tocayo en la actualidad.
El querer retomar la drástica reforma del centro urbano de una Ciudad a punto de cumplir medio milenio sólo puede explicarse desde la escasa sensibilidad de los gestores municipales (¿o quizás es más adecuado hablar de desconocimiento o de algo peor?)
Es sabido que el tiempo (la Historia, aunque se intente borrar) va poniendo a cada cual, en su sitio, y por múltiples experiencias puede intuirse que las generaciones del futuro, cuando contemplen imágenes de lo que fueron la Plaza Grande y la Plaza Luján Pérez, lamenten que su aspecto ya no sea el mismo (y quienes lo hayan hecho posible con su voto, tendrán nombres y apellidos).
¡Qué pena que seamos incapaces de aprender, con humildad, de los errores del pasado!