Las condiciones de emergencia en las que se encuentran muchos países pueden llegar a obligar a los médicos tomar decisiones dramáticas y lacerantes para racionar los recursos limitado, que no están disponibles para todos al mismo tiempo. Cuando los criterios son solo de edad o de calidad de vida es preocupante, sí el único criterio es la edad, se llama egoísmo o discriminación en función de la edad.
La edad no puede ser considerada como el único y automático criterio de elección, si fuera así estaríamos ante un comportamiento discriminatorio hacia los mayores, los más frágiles.
Frágiles cuando te acercas a ellos y huelen a tristeza, a lágrimas e insomnio, y cuando va terminando el día están hambrientos, sedientos, y temblando de miedo. Cuerpos débiles sobre camas húmedas, donde permanecen atrapados en el llanto, la tristeza, la soledad y la angustia.
Reconozco que una sociedad no puede subsistir sin la referencia a las personas mayores, porque ellas son iguales, en dignidad y derechos, a cualquiera de nosotros, son testigos de una época y depositarios de la memoria colectiva. Representan un tesoro especialísimo, porque enseñan a las nuevas generaciones la sabiduría de la vida. Personifican la garantía del afecto y de la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir.
Ya hoy no hay nada, sus ojos han cerrado para siempre, solo quedaran recuerdos de una vida pasada, cuando sus imágenes adornaran el centro de la casa, de una familia.
Ahora el llanto, sin exequias, sin música, sin amor, sin calor que les acompañe, sin ninguna flor sobre su tumba, solo sus sombras.
Estoy convencido en lo que dice el papa Francisco: “El anciano somos nosotros dentro de poco, dentro de mucho, inevitablemente aunque no pensemos en ello, y si no aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos trataran a nosotros”