La pandemia o crisis del coronavirus Covid-19 hizo que el Gobierno decretara el estado de alarma con medidas extraordinarias y excepcionales que han ido aumentando a medida que se agudizaba la crisis. El sector educativo no iba a quedar al margen, es más, se adelantó, incluso antes del citado Decreto, a cerrar las puertas de colegios, institutos y universidades.
Iniciaba con ello un cambio en la metodología y en la mentalidad de docentes, alumnado y familias para hacer frente a la nueva situación. La primera semana la recordamos como caótica, con altos índices de ansiedad en toda la comunidad educativa, principalmente en el sector de las familias, que veían como sus hijos recibían directrices, tareas y actividades de sus profesores, a través de las distintas plataformas educativas que ponen a disposición las distintas comunidades autonómas e incluso el propio Ministerio de Educación y Formación Profesional. A esto se sumaban también las distintas editoriales y aplicaciones especializadas como Microsoft Education. Inaugurábamos una nueva era, donde pasamos de las clases presenciales a las sesiones telemáticas. Lo que para el alumnado fue en un primer momento una novedad, un juego, el hecho de entrar en contacto con sus compañeros de clase y con los maestros y profesores desde casa, se fue convirtiendo en tiempo record en una nueva forma de recibir sus clases.
Para el profesorado la situación también era nueva, el grado de adaptación al nuevo sistema ha supuesto invertir mucho más tiempo que el que tenemos asignado en nuestro horario habitual. Desde primera hora de la mañana y a lo largo del día se suceden sesiones maratonianas de clases, reuniones y cursos online, finalizando nuestra jornada de trabajo bien entrada la noche. Pero ahí estábamos, atendiendo a nuestros alumnos, a sus familias, a la hora que fuera, poniéndonos a su disposición desde el minuto uno.
A medida que transcurrían los días, las sesiones online pasan de ser una mera clase de corte académico a una verdadera tutoría afectiva, porque también la educación emocional pasa a tener un lugar predominante en esta nueva relación que se forja entre alumnos y profesorado. Son alumnos de los cuales muchos de sus padres y madres siguen trabajando; hijos de sanitarios, camioneros, conductores de transporte público, agricultores, empleados de tiendas de alimentación y supermercados, etc. Y también alumnos que están viviendo la enfermedad de algún familiar, amigo o vecino, y no es sencillo explicar esta nueva y desconocida situación. Es en estos momentos, desde el confinamiento domiciliario que vivimos todos, tomamos consciencia de que nos necesitan más de lo que podíamos imaginar. Pero ahí hemos estado, estamos y vamos a seguir estando dando todo el apoyo que requieren.
Por supuesto que seguiremos compaginando esta nueva labor con la de seguir planificando, adaptando nuestras programaciones, revisando las tareas que nos remiten desde casa, corrigiendo, preparando clases, organizando reuniones online de las comisiones de coordinación pedagógica, de departamento y tutores, actualizando nuestros conocimientos digitales y un largo etcétera. Pero ahí seguimos, no estamos de vacaciones como hemos llegado a escuchar y leer de algún que otro gestor público.
Como decía anteriormente, el tránsito de los presencial a lo telemático, para lo cual nos hemos tenido que formar a marcha forzada a través de formación de las administraciones públicas, o en muchos casos de manera privada, nos ha llevado a entender la flexibilización de nuestro sistema a la hora de formar a nuestros chicos y chicas. Para nuestro alumnado, los llamados nativos digitales, las nuevas tecnologías se asociaban principalmente con el ocio y las relaciones con sus iguales; aplicaciones como Instagram o Houseparty han sido sustituidas por herramientas educativas como Teams o Google Classroom, sin ni siquiera darse cuenta de que nuestros móviles y dispositivos son realmente las herramientas más constructivas desde el punto de vista democrático que teníamos a nuestro alcance.
Tal es la preocupación que seguimos pensando y dándole vueltas al como incluir a aquel alumnado, que fruto de la brecha digital existente, no pueden conectarse a internet; ya sea por falta de recursos, tales como ordenadores o tabletas, o bien porque los lugares donde vivan aún carezcan de acceso wifi. Pero también nos acordamos y trabajamos por la atención a la diversidad, alumnado con necesidades especiales de apoyo educativo, derivados en muchos casos de alguna discapacidad intelectual o físico-motora.
Por último, y como conclusión, vamos a seguir insistiendo en trabajar conjuntamente con las familias, en la importancia de mantener la disciplina en los hábitos de trabajo y estudios de nuestros niños y jóvenes con el trabajo que pautado por sus profesores, así como también con el repaso de la materia impartida. Únicamente un ruego dirigido principalmente a las familias: no se agobien, no se desborden, nosotros sabremos estar donde siempre hemos estado, al lado de nuestro alumnado.
Antonio Hernández Lobo, profesor de Enseñanza Secundaria