Como se ha podido comprobar históricamente hay maneras y maneras de gobernar. Hay quienes gobiernan para su propio interés individual, hay quienes gobiernan para los intereses de determinadas personas y/o sectores y hay quienes gobiernan para la ciudadanía.
Sin duda, creo que el verdadero buen gobierno es el que se fundamenta en la escucha activa de las personas y sus necesidades, el que se nutre de la resolución de los problemas de la sociedad, el que nace y crece con el fin último de mejorar la ciudad, región o país.
Algunos ejemplos de determinadas acciones o premisas que el equipo que gobierne puede sacar de sus cajones y activar son las siguientes:
- Ir de la mano con las necesidades del pueblo en cada momento: escuchar, escuchar, escuchar y resolver, resolver y resolver.
- Fomentar el crecimiento y mejora social: mejorando las condiciones y entornos en que se gobierna, se mejora la calidad de vida todas las personas.
- Generar programas de educación en valores: la importancia de los valores que por desgracia la sociedad tiene cada vez más olvidados.
- Invertir en nuevas tecnologías: ya no son el futuro, son el presente.
- Desarrollar iniciativas de convivencia ciudadana: el apoyo vecinal.
- Apoyar a los mayores y jóvenes en su día a día.
- Impulsar medidas que mejoren el empleo.
- Apostar por actuaciones de protección medioambiental.
Algunos de los puntos presentados anteriormente, son en muchas ocasiones guiones, párrafos e incluso páginas de programas electorales. En concreto, líneas que quedan impresas en un papel y caen en el olvido, o en los cajones de los despachos. Las ilusiones de los votantes se desvanecen y las palabras se las lleva el viento.
No hay que olvidar que la misión principal de un alcalde o alcaldesa es cumplir con cada una de las obligaciones legisladas, para permitir que el municipio que representa cuente con todas las garantías y ofrecer una vida digna a cada uno de los habitantes y/o vecinos que lo conforman.
Como en artículos anteriores he comentado, un tema muy importante y que no debemos olvidar es el humanizar la política. Consiguiendo eso, andaremos ya más de la mitad del camino.
En resumen, gobernar para la ciudadanía es acompañar a todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas en su día a día, darles la mano cuándo lo necesitan, escucharles y dejar que te escuchen, sonreírles o sacarles una sonrisa. Gobernar para la ciudadanía es en definitiva ser pueblo antes que gobernador y gobernar siendo pueblo.