Asunto tratado en Radio Moya escuchalo en el siguiente audio:
Introducción y contexto
Todos los seres humanos estamos dotados de las capacidades para desarrollar de forma empírica los conocimientos que nos permiten vivir con armonía en el medio que nos acoge; bien sea físico o espiritual. Estos conocimientos son estimulados por diferentes necesidades recogidas en la Pirámide de Maslow: jerarquía de necesidades.
La escala de las necesidades se describe como una pirámide de cinco niveles: los cuatro primeros niveles pueden ser agrupados como «necesidades de déficit» (primordiales); al nivel superior lo denominó por última vez «autorrealización», «motivación de crecimiento», o «necesidad de ser»
La idea básica es:
Solo se atienden necesidades superiores cuando se han satisfecho las necesidades inferiores, es decir, todos aspiramos a satisfacer necesidades superiores. Las fuerzas de crecimiento dan lugar a un movimiento ascendente en la jerarquía, mientras que las fuerzas regresivas empujan las necesidades prepotentes hacia abajo en la jerarquía. Según la pirámide de Maslow dispondríamos de:
En ella podremos apreciar que las necesidades básicas son fisiológicas, para mantener la homeostasis (referentes a la supervivencia):
- necesidad de respirar, beber agua (hidratarse) y alimentarse;
- necesidad de dormir (descansar) y eliminar los desechos corporales;
- necesidad de evitar el dolor;
- necesidad de mantener la temperatura corporal, en un ambiente cálido o con vestimenta.
Necesidades de seguridad y protección
Surgen cuando las necesidades fisiológicas están satisfechas. Se refieren a sentirse seguro y protegido:
Seguridad física (asegurar la integridad del propio cuerpo) y de salud (asegurar el buen funcionamiento del cuerpo)
- necesidad de seguridad de recursos (casa, dinero, automóvil, etc.)
- necesidad de vivienda (protección).
Necesidades sociales (afiliación)
Son las relacionadas con nuestra naturaleza social:
- función de relación (amistad, pareja, colegas o familia);
- aceptación social.
Necesidades de estima (reconocimiento)
Maslow describió dos tipos de necesidades de estima, una alta y otra baja:
- la estima alta concierne a la necesidad del respeto a uno mismo, e incluye sentimientos tales como confianza, competencia, maestría, logros, independencia y libertad;
- la estima baja concierne al respeto de las demás personas: la necesidad de atención, aprecio, reconocimiento, reputación, estatus, dignidad, fama, gloria, e incluso dominio.
La merma de estas necesidades se refleja en una baja autoestima e ideas de inferioridad. El tener satisfecha esta necesidad apoya el sentido de vida y la valoración como individuo y profesional, que tranquilamente puede escalonar y avanzar hacia la necesidad de la autorrealización.
La necesidad de autoestima es la necesidad del equilibrio en el ser humano, dado que se constituye en el pilar fundamental para que el individuo se convierta en una persona de éxito que siempre ha soñado, o en un ser humano abocado hacia el fracaso, la cual no puede lograr nada por sus propios medios.
Autorrealización
Este último nivel es algo diferente y Maslow utilizó varios términos para denominarlo: «motivación de crecimiento», «necesidad de ser» y «autorrealización».
Es la necesidad psicológica más elevada del ser humano, se halla en la cima de las jerarquías, y es a través de su satisfacción que se encuentra una justificación o un sentido válido a la vida mediante el desarrollo potencial de una actividad. Se llega a ésta cuando todos los niveles anteriores han sido alcanzados y completados, o al menos, hasta cierto punto.
En gran medida, y teniendo en consideración los contenidos de los diferentes niveles de la pirámide de Maslow, podríamos entender que la frustración derivada de la imposibilidad de alcanzar algunos de los deseos o anhelos, el aislamiento o autoaislamiento, y la sensación de vacío y soledad que se experimenta en esos casos, podrían abrir la puerta a procesos depresivos progresivos.
Descripción de la depresión
En una de las entradas a su Blog, el Psicólogo Blas Ramón Rodríguez, describe:
La depresión es un problema de salud común y serio. Aproximadamente un 12 por ciento de todos los hombres y 20 por ciento de todas las mujeres sufren por lo menos un episodio de depresión en el transcurso de su vida y, en cualquier momento, el 5 por ciento de la población general puede estar sufriendo de depresión. Ciertos estudios han demostrado que los síntomas de la depresión podrían ser de 2 a 10 veces más comunes en individuos con discapacidades o que sufren de enfermedades crónicas, y que la depresión es una de las “condiciones secundarias” más comunes asociadas con discapacidad y enfermedad crónica.
Consideraciones
La depresión puede suceder en personas de todas las edades:
Los síntomas de depresión incluyen:
- Estado de ánimo irritable o bajo la mayoría de las veces
- Dificultad para conciliar el sueño o exceso de sueño
- Cambio grande en el apetito, a menudo con aumento o pérdida de peso
- Cansancio y falta de energía
- Sentimientos de inutilidad, odio a sí mismo y culpa
- Dificultad para concentrarse
- Movimientos lentos o rápidos
- Inactividad y retraimiento de las actividades usuales
- Sentimientos de desesperanza o abandono
- Pensamientos repetitivos de muerte o suicidio
- Pérdida de placer en actividades que suelen hacerlo feliz, incluso la actividad sexual
Recuerde que los niños pueden presentar síntomas distintos a los de los adultos. Vigile especialmente los cambios en el rendimiento escolar, el sueño y el comportamiento.
Los tipos principales de depresión incluyen:
- Depresión mayor. Sucede cuando los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida diaria por semanas, o períodos más largos de tiempo.
- Trastorno depresivo persistente. Se trata de un estado de ánimo depresivo que dura 2 años. A lo largo de ese período de tiempo, puede tener momentos de depresión mayor junto con épocas en las que los síntomas son menos graves.
Otras formas comunes de depresión incluyen:
- Depresión posparto. Muchas mujeres se sienten algo deprimidas después de tener un bebé, pero la verdadera depresión posparto es más grave e incluye los síntomas de la depresión mayor.
- Trastorno disfórico premenstrual (TDPM). Síntomas depresivos que ocurren 1 semana antes de la menstruación y desaparecen después de menstruar.
- Trastorno afectivo estacional (TAE). Ocurre con mayor frecuencia durante las estaciones de otoño e invierno, y desaparece durante la primavera y el verano, muy probablemente debido a la falta de luz solar.
- Depresión mayor con características psicóticas. Sucede cuando una persona padece de depresión con una falta de contacto con la realidad (psicosis).
El trastorno bipolar sucede cuando la depresión se alterna con manía (conocido previamente como maniacodepresión). La depresión es uno de los síntomas del trastorno bipolar, pero este es un tipo de enfermedad mental distinto.
Causas
La depresión a menudo se transmite de padres a hijos. Esto puede deberse a los genes, comportamientos aprendidos en el hogar o a su entorno. La depresión puede ser desencadenada por un hecho estresante o infeliz en la vida. Frecuentemente, se trata de una combinación de estos factores.
Muchos factores pueden causar depresión, como:
- Alcoholismo o consumo de drogas
- Afecciones médicas, como cáncer o dolor (crónico) a largo plazo
- Situaciones o hechos estresantes en la vida, como pérdida de trabajo, divorcio o fallecimiento de un cónyuge u otro miembro de la familia
- Aislamiento social (una causa común de depresión en adultos mayores)
Debe consultar con su médico en caso de:
- Escuchar voces que no existen.
- Llora con frecuencia sin una causa.
- Su depresión ha afectado su vida laboral, escolar o familiar por más de dos semanas.
- Presenta tres o más síntomas de depresión.
- Piensa que uno de los medicamentos que está tomando actualmente puede estar causándole depresión.
- Si usted piensa que su niño o adolescente puede estar deprimido.
La aceptación
Para la psicología la aceptación significa reconocer las situaciones no deseadas de nuestra realidad sobre las que no podemos hacer nada para modificarlas, aprendiendo a asumirlas (sin quejas ni excusas) y así fortalecer nuestra tolerancia a los fracasos, pérdidas o desengaños vitales.
Ante la muerte de un familiar, el abandono del cónyuge o una catástrofe natural, la aceptación de esa situación es el inicio para poder poner en marcha una acción reparadora que mantenga nuestra estabilidad emocional. Nos ayuda a intuir nuestros límites sobre lo que podemos o no cambiar de nuestro entorno existencial.
La aceptación no es resignación, porque ésta conduce a la inacción al sentir que no se puede hacer nada para resolver una situación dada. Tampoco es acatamiento o aprobación.
Es la decisión de admitir y afrontar todas las situaciones que la vida nos regala para poder alcanzar la sabiduría de reconocer la realidad que hay en el entorno, dejando atrás lo que no podemos cambiar para centrarnos en lo que podemos controlar y corregir.
En el momento en que aceptamos algo nos abrimos a considerar otras posibilidades que puedan mejorar nuestra situación, empezamos a entrenar nuestra flexibilidad psicológica que nos permite elegir entre renunciar o perseverar en una acción que está al servicio de nuestros valores personales.
También es la determinación de aceptarnos a nosotros mismos, permitiéndonos ser lo que queremos ser con independencia de nuestro ambiente familiar o social.
La Autoaceptación Incondicional de Ellis
El psicólogo estadounidense Albert Ellis (1907-2013), fundador de la Terapia Racional Emotivo-Conductual (TREC), propone que adoptemos la Autoaceptación Incondicional frente a la clásica “autoaceptación condicional”.
La “autoaceptación o autoestima condicional” enseña que una persona se acepta a sí misma “a condición” de que sea amable, haga las cosas bien y reciba la gratitud de su entorno más cercano; es decir, siempre estará pendiente de la valoración que los demás tengan de su persona. Esta idea es irracional porque el ser humano es, por definición, imperfecto, y se equivocará y fallará a menudo a lo largo de su vida. Además, aunque haga bien todo, los demás pueden evitarle o rechazarle por diferentes motivos. Y aunque uno haga bien las cosas y sea aceptado por todos hoy, nunca puede saber lo que ocurrirá mañana. Por eso alguien educado en la “autoaceptación condicional” (tienes que ser correcto, amable, generoso…) tendrá dudas continuamente sobre lo que piensen los demás, posiblemente generando una ansiedad crónica y un sentimiento de inferioridad.
La Autoaceptación Incondicional neutraliza esta amenaza propia de la autoestima condicional; por ejemplo eligiendo, como aconseja Ellis, un enfoque existencial, repitiéndonos mentalmente algo así: “Decido, como miembro de la raza humana y como ser único, con mis intenciones y preferencias personales, aceptarme incondicionalmente con independencia de cómo me salgan las cosas y de si recibo aprobación o críticas de los demás. Mi valor individual no depende de mi productividad ni de la aceptación que recibo de los demás, solo depende de que opte por vivir y seguir siendo un miembro de la raza humana con mis valores personales intactos”.
Según esta regla tenemos que precisar nuestros objetivos vitales basados en el sentido que demos a nuestra vida, en nuestros valores personales, y después evaluar nuestras actuaciones (junto con nuestros pensamientos y sentimientos) en base a dichos objetivos.
Ahora bien, estas valoraciones no son “buenas” o “malas” en sí mismas, como señala Ellis. Dependen absolutamente de nuestros objetivos fijados, aunque podemos cambiarlos cuando deseemos si nuestro entorno lo exige. Pero mientras los defendamos tenemos la facultad de juzgar todo dependiendo de esos objetivos; así llegamos a adquirir nuestro pensamiento crítico personal de las cosas, mientras nos invita al mismo tiempo a respetar la visión personal que los demás tengan del mundo basada en sus diferentes valores y objetivos particulares (lo que supone la Aceptación Incondicional del Otro).
Llevando la lógica hasta el final, la aceptación incondicional del otro incluye la aceptación incondicional de las condiciones. Aprender a aceptar los hechos cuando ocurren y, si van en contra de nuestros objetivos, intentar cambiarlos; pero si el cambio no es posible, procurar adaptarse lo mejor posible a la situación. Aceptar la realidad es dejar de exigir que se deba conseguir lo que se quiere de sí mismo, de los demás y del mundo.
Aceptar la realidad
Se acepta la realidad aprendiendo a ser conscientes de que nuestros sentimientos son sólo sentimientos subjetivos personales, nuestros pensamientos son sólo pensamientos basados en nuestras creencias, nuestros recuerdos son sólo memorias a menudo deformadas por el tiempo, etcétera.
El psicólogo italiano Walter Riso (1951) apunta que no se nos enseña a perder, aprendemos que sólo con el éxito podremos alcanzar la felicidad. Cree que esta es una educación antisabiduría, porque saber aceptar la derrota es un indicador de inteligencia, así como aceptar lo que escapa a nuestro control es señal de sabiduría.
Riso propone vivir según el aforismo inspirado en el estoicismo: «dirigir la propia vida en lo que depende de uno (sentido, felicidad, autorrealización) y aceptarla tal cual es cuando no depende de uno (enfermedades, muerte, separación), intentando disminuir la cantidad de dolor que de por sí implica el mero hecho de estar vivo».
Aceptar el cambio
Los seres humanos somos complejos, y nuestros pensamientos, emociones y acciones cambian mientras evolucionamos. Los neurobiólogos detectan cómo cambia nuestro cerebro con cada nueva experiencia y cada nuevo conocimiento adquirido. Pero también somos animales de hábitos, por lo que es aconsejable aceptar que el cambio (buscado o impuesto por la realidad) será incómodo, que nos puede doler al principio.
Las células de nuestro cuerpo se renuevan constantemente y en nueve años todas han cambiado, tenemos un nuevo cuerpo. También cambia nuestra forma de pensar con cada nueva información, nuestra sensibilidad hacia las cosas, nuestras actitudes. La memoria humana no se parece a un disco duro de un ordenador, cambia al tiempo que nosotros crecemos intelectualmente a lo largo de la vida para que encaje en nuestras creencias actuales, y cuanto más tiempo transcurre más transformamos nuestros recuerdos.
A lo largo del tiempo cambian las ideas y sensibilidades sociales, al igual que la ciencia avanza sobre el trabajo hecho durante siglos desarrollando y descartando ideas, incluso la historia se revisa a menudo. Siempre podemos cambiar nuestros hábitos mentales por otros que nos permitan sentir el mundo de forma diferente.
A pesar de que la personalidad tiende a ser relativamente estable, cambia a lo largo de la vida con la experiencia, y especialmente el carácter que, al formarse mediante hábitos de comportamiento adquiridos a lo largo de la vida, es modificable. La interacción de los genes y el ambiente es el que determina la conducta.
La neuroplasticidad dice que el cerebro cambia mediante dos contribuciones:
1.- mediante las experiencias vividas en nuestro entorno vital, y
2.- mediante la actividad mental que va desde la reestructuración cognitiva a la meditación.
Aceptar la verdad objetiva de que todo cambia con el tiempo implica que nuestro verdadero yo es un proceso en constante transformación, es un fluir de experiencias que enriquecen nuestra percepción del mundo. Entonces nuestra identidad no es estática, no se puede etiquetar, sólo estando receptivos al momento presente podemos experimentar lo que somos.
Aceptándome a mí mismo
Puedo empezar a aceptarme reconociendo que mis actos son independientes de mi identidad como persona, puesto que hago miles de cosas: beneficiosas para mí y mi entorno familiar y de amistades, negativas para mi bienestar y felicidad y para otras personas, y muchas cosas rutinarias e intrascendentes. Entonces ya no tendría que invertir tanta energía en mí mismo y en mis pensamientos recurrentes sobre las equivocaciones del pasado, y podría dedicarme a mejorar mis relaciones sociales, superar mis complejos y empezar a vivir de forma eficiente.
Es decir, puedo aceptarme como persona pero no conformarme con mis deficiencias e inseguridades, puesto que siempre se puede aprender a mejorar cualquier aspecto de la vida, siempre se puede evolucionar hacia un ideal de vida.
La aceptación es la clave para superar el pasado y ocuparse del presente. Si me acepto a mí mismo llega el perdón de mis errores del pasado. Si acepto a los demás podré tener unas relaciones sanas y satisfactorias con las personas sin idealizarlas ni rebajarlas. Y si vivo en el mundo real en vez de en mi imaginación, si hago cosas y actúo ante lo que me pide la vida a cada instante, veré que tengo cualidades que antes me eran invisibles, con lo que aumentará mi autoestima y desarrollaré un sentido de identidad verdadero.
Entonces podré abandonar mi imagen de “defectuoso”, sabré que todos somos únicos e irrepetibles pero a la vez compartimos el 99,9% de lo que somos y tenemos las mismas necesidades básicas, más allá de las diferencias superficiales.
La autoaceptación implica una profunda aprobación de nosotros mismos, supone volver a sentirnos como realmente somos sin pretender cambiar nuestra experiencia. Es el afecto hacia uno mismo en su totalidad, que incluye la aceptación de nuestras propias capacidades y limitaciones, lo que fomenta nuestro potencial para diferenciar entre lo que podemos cambiar y lo que no.
Depresión y aceptación desde el amor, si, hemos hablado de depresión y aceptación pero no de forma específica del amor. Pero desde el punto de vista de mis conocimientos y experiencia personal, el amor lo envuelve todo, en él encontramos los elementos necesarios para abordar y en tal caso superar cualquier adversidad.
Entre lecturas el siguiente texto me sugiere oportuno para cerrar el presente artículo
Señor, concédeme la serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
el valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar,
y la sabiduría para reconocer la diferencia.
“Plegaria de la serenidad”, atribuida a Reinhold Niebuhr (1892-1971)
NOTA: Enlaces que han nutrido este trabajo: