A medida que pasa el tiempo y evolucionamos como seres humanos, damos pasos a nuevas etapas de nuestras vidas. Experimentamos distintas emociones y sentimientos, aprendemos a gestionar con la cabeza lo que nos dice el corazón, porque la madurez nos dice que es lo correcto. No cuestiono actuar de ese modo, dado que a veces por más que la situación sea intensa, no podemos perder el norte. Pero cuando crecemos rápido por circunstancias duras que nos hacen madurar de golpe, provocando en nosotros un cambio inmediato en nuestra forma de sentir, pensar y por último en actuar, ¿sigue siendo positivo madurar de esa manera por castigos, maltratos, soledad, prejuicios, etc.?
La respuesta a esa pregunta, es infinita. Todos maduramos pero de diferentes modos. Unos en la universidad, otros por trabajar desde muy joven, otros por la pérdida de un ser querido, por vivir la experiencia de ser padre o madre, por vivir en soledad continua sin el apoyo y amor de una familia, etc. Pero más allá de como sea el motivo que produce una madurez, debemos de detenernos unos minutos y mirar en nuestro interior.
¿Todo cambió o cambié yo?
¿Sigo siendo el mismo pero con mayor autogestión de mis sentimientos?
¿Si gestiono tanto, dejaré de sentir como antes?
¿Estaré actuando bien? ¿Por qué siento todo esto ahora?
Más preguntas azotan a nuestra cabeza para buscar la respuesta que esperamos, que queremos, que deseamos, tal vez ese es nuestro mayor error. No debemos depositar nuestros sueños, pasiones, miedos, amores en manos ajenas por más que sea la persona que te dio la vida o la persona con la que compartes tu vida.
Madurar es aceptar la realidad de lo que somos, de ser capaces de ver nuestro yo interno que puede con todo lo que se le plante delante, de mejorar por más que cada día nos hagan saber que no somos nada para nadie porque lo que realmente importa no son los demás, somos nosotros. Si nos queremos con nuestros defectos, virtudes, historias, etc., enseñaremos al mundo quienes somos y por lo tanto, esas personas que nos impiden avanzar porque no son capaces de ver la realidad de lo que tienen delante de sus narices aprenderán que somos los suficientemente maduros e independientes para vivir nuestra vida de la manera más real, aceptando todo lo que se aproxime y dando lo mejor de nosotros cada día porque así las luces que hacen brillar nuestras vidas, destacarán más y su luz podrá alumbrarnos por más que por la noche el sol se oculte.
Es triste pero también es cierto que aunque la oscuridad sea amplia, solo basta un rayo de luz para que desaparezca. La oscuridad no es mala, nos enseña a ver desde otra perspectiva a buscar nuestra propia luz.