Relexión de un abuelo que sabe esperar

Me van a permitir, que el presente artículo, lo personalice, sí, lo personalice por si en algún momento, su parecido no pueda coincidir con algún que otro oyente y sin pretenderlo pueda ofender a alguien, por ello, esa no es mi intención. Como siempre, quiero hacerlo con todo respeto hacia todos. Y con el objetivo de siempre, el colaborar de la manera que humildemente creo saber, el escribir. Algunos lo hacen maravillosamente con sus comentarios en distintas facetas: La Poesía, como es “la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa”; La Política, en sus distintos ámbitos tales como la “actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo”; El Deporte, como es “la recreación, el pasatiempo, la diversión o ejercicio físico”; La Cocina, como es el arte o manera especial de guisar, con sus estupendas y atractivas recetas que, a veces las explican tan bien que hasta las ondas se llenan de magníficos aromas. Así como en tantas y tantas otras facetas. Lo importante, es colaborar como digo, para entre todos superar lo mejor posible esta situación que nos embarga a todos, en este caso a todo el mundo.

Pero también, no puedo olvidar que otros, lo hacen por medio de la felicitación, que, como su palabra nos indica es “el manifestar a alguien la satisfacción que se experimenta con motivo de algún suceso fausto”, expresándole sus buenos deseos de felicidad.

Y, antes de referirme al título que le he dado a esta reflexión, y empleando el más que conocido refrán “De bien nacidos es ser agradecidos”, yo quiero agradecer a las tantas y tantas personas que me han hecho llegar las felicidades por mi cumpleaños, sí, mi cumpleaños, fue justo el pasado día 21 del corriente mes de abril, curiosamente día de nuestro común amigo y poeta Anselmo Martín Medina que, en más de una ocasión nos hace disfrutar de su arte especial. Pero permítanme que les hable de mí, pues, tal día como el pasado martes, en este caso de 1944, hace 76 añitos, a las cuatro de la mañana, mi madre pudo lograr salvar a quien venía en “la 24 barriga” como bien me recordaba mi hermana Nena cuando me felicitaba, que esa era la frase que se acostumbraba decir en casa. Y digo “salvar”, porque debido a las necesidades culinarias y sanitarias de aquella época, eran más los que abortaba que los que logró salvar.

[videopress t0Khf2Ej permalink=»false» hd=»true»]

Por curiosidad me puse a indagar el significado de esa fecha y, me llevo la enorme la sorpresa con algo que aún no sabía, El 13 de abril de 2017, la Asamblea General de las Naciones Unidas decide designar el 21 de abril como Día Mundial de la Creatividad y la Innovación, con el objetivo de promover el pensamiento creativo multidisciplinar que nos pueda ayudar a conseguir el futuro sostenible que queremos. Cuanto de identificado me encuentro yo con este día.

Y continuando con las sorpresas, fue la de ese día, pero por la tarde, que como saben, diariamente animamos a toda la vecindad con la música y con las dedicatorias de cumpleaños. Nada más acabar, al solicitar los aplausos para todos los sanitarios que nos cuidan, me sorprendieron con el cumpleaños feliz, mucho más, al recibir un pequeño vídeo realizado por la familia Galván Ramírez, concretamente grabado por quien se escucha. Muchas gracias Raúl, un detalle inolvidable que lo conservaré con mucho cariño. Y muchas gracias a todos, les prometemos que continuaremos cada día hasta que nos dejen salir.

Este hecho, fue recogido por una de mis hijas en las redes sociales, el cual, ha tenido cientos de visitas hasta hoy, y, muchos y muy bonitos comentarios con sus buenos deseos. A todas y a todos, mi profundo agradecimiento.

Y aquí viene la reflexión que como abuelos queremos hacer, mi mujer, Juani Molina Vega y este que les escribe. Pero antes, con todo el cariño del mundo queremos ponernos en la piel de tantos y tantos, que, como nosotros, por ser personas mayores tenemos más que otros, el riesgo de que nos transmitan ese “dichoso virus”, por ello hemos de demostrarles a nuestros familiares que ¡nosotros, sabemos esperar!, nosotros ¡continuaremos en casa!, así que, no se preocupen mis hijos, no te preocupes Daniel, mi nieto Daniel González Ruiz. Los mayores que me escuchan, póngales los nombres a sus hijos, a sus hijas, a sus nietitas y a sus nietitos, y digámosle con mucha seguridad, ¡nosotros, sabemos esperar! Sabemos esperar porque nuestros padres y nuestros abuelos también lo hicieron, y lo hicieron por nosotros, porque eran lo mejor de las generaciones, los que, sin recursos, la mayor parte de ellos, sin estudios, nos ayudaron a salir adelante, con la ilusión que sacáramos una carrera, aunque muy pocos no pudimos permitirnos hacerla a nivel universitario, pues la única obligación que ellos entendían era la de trabajar, trabajar y trabajar…para llevar los alimentos necesarios a casa,  para sacarnos adelante. A veces, incluso le hemos reprochado el que no nos contaran sus sufrimientos, pues, tenían la “Santa Manía” de no preocuparnos con ellos, eso, de alguna manera influyó para que nuestro comportamiento no fuese el más idóneo, puesto que, las cosas sino se saben lo que cuesta, no se les da el valor que hemos de darles, pues sin pretenderlo, no hemos obrado como es debido ante cualquier problema que se nos ha presentado.

Ellos no nos lo contaban por aquello que no querían vernos sufrir lo que, ellos sufrieron, más bien, no querían hacernos ver, lo mal que se comporta el ser humano ante las crisis que se veían obligados a paliar. Hoy, con horror, nos enteramos en las bibliotecas, en las publicaciones que fácilmente están al alcance de cualquiera por muy poca edad que tengan, con los medios informáticos que tenemos a nuestra disposición.  Nos quedamos sin argumentos para explicarles el porqué del comportamiento humano ante una Guerra Civil, donde existen publicaciones con sus horrendos títulos de “un millón de muertos” entre 1936 y 1939… Con toda seguridad, nuestros abuelos, pensarán en voz baja, y llegan a decirnos, que nosotros nos sabemos lo que son los sufrimientos, pues afortunadamente, hoy, con esta situación que vivimos, nos traen la comida a casa, a cada rato nos llaman, nos preguntan cómo estamos, les vemos a través de las pantallitas de nuestro móviles como si de una película se tratara… “ayer”, no había comida, aunque hubiese dinero para comprarla, no había, había que ajustarse a lo poco que existía. Todavía recuerdan las famosas “Cartillas de Racionamiento”  que afortunadamente se suprimieron en 1952, cuando se controlaba la distribución de los alimentos en las cuales, figuraban las cantidades de lo que se podía comprar de azúcar, de arroz, aceite, pan, judías…Ellos, pero si, en altavoz, hoy, nos dicen, -ojalá mis hijos, ojalá mis nietos “aquello” no vuelva a ponerse en práctica, de ustedes los jóvenes depende, si, depende de ustedes que ningún otro gobierno las pongan en práctica-.

Nosotros, sabemos esperar, no se preocupen, sabemos esperar, porque también superamos otras pandemias mucho más peligrosas, y si decimos “mucho más peligrosas” es debido a los pocos medios que existían para superarlas. El coronavirus, aunque crean que el mundo se a acabar, no podrá con ustedes, nosotros, nuestros abuelos, nuestros bisabuelos superaron la Viruela, aquella enfermedad infecciosa que más mortalidad ha causado en la historia universal, las crónicas hablan de 300 millones. El sarampión; la mal llamada gripe española, con 50 y 100 millones de personas que en el aquel entonces figuraba como la octava parte de la población mundial. Luego vinieron otras, como la peste negra o la peste blanca como se le llamaba a la tuberculosis, el paludismo o la fiebre amarilla que estuvo desde 1741 hasta 1805.

Lo más cerca que tenemos, es en nuestro norte, está recogido en el Pregón de las Fiestas de la Virgen de Guía en 1991 por el buen amigo Santiago Betancor Brito, quien fuera director del Diario de Las Palmas, publicado en el mes de agosto de aquel año en dicho Diario, dice así: “…como auténticas plagas. Guía recibió los azotes del «vómito negro», en1750; la viruela, en los años 1758 y 1780; el cólera morbo, en 1851; o la fiebre amarilla, responsable nada menos que del 86,9 por ciento de los fallecimientos entre la población de la entonces villa en aquel olvidado año de 1811…”.

Actualmente, llevamos a nuestros hijos y a nuestros nietos, para que sean vacunados contra la Difteria, Tétanos, Tos ferina acelular, Hemophilus, Polio, Hepatitis, Meningitis… eso lo hacemos con toda naturalidad, desde los dos meses hasta los 14 años de vida, y no nos paramos a pensar, los tantos y tantos que han tenido que fallecer para descubrir estas vacunas.

Afortunadamente nuestros científicos han logrado vencer todos estos males, confiemos pues en ellos, pongámosle todos los medios necesarios, que no se escatime esfuerzos, para la Ciencia y para nuestra Sanidad, que no se politice en ningún momento estas situaciones, por el amor de Dios, y como decía en mi artículo anterior, cuando me dirigía a los que nos gobiernan actualmente, deben de estar todas las fuerzas políticas junto a los especialistas necesarios sentados en una misma mesa, sé que muchos mayores y no tan mayores me han dicho que, cómo es posible que el gobierno acepte el trabajar junto a los que atacan a la Constitución y últimamente al mismísimo Rey, no me refiero a “esos” en absoluto, Dios me libre, me refiero a todas las fuerzas constitucionalistas, pero por favor, no permitan más fallecimientos, que no desaparezcan nuestros mayores, hoy más que nunca debemos cuidarles, que ninguno se les vaya de las manos, son los que constantemente nos han dado tanto amor, tanto cariño, tanta entrega incondicional, no nos olvidemos que más tarde o más temprano llegaremos a ocupar su lugar.

Por todo, les insistimos, nosotros ¡sabemos esperar!, pero ustedes, los jóvenes, luchen para lograr el objetivo común, luchar juntos ante esta pandemia que ya quiere desaparecer, pero luchemos juntos también ante la “pandemia económica” para entre todos hacer lo que hicieron nuestros mayores, ¡levantar el País!

En principio, lo que nos toca es cuidar del futuro, el futuro que está en las inocentes manos de nuestros niños que afortunadamente salen de casa el próximo domingo, pero nosotros, los mayores, no les defraudemos, permanezcamos en Casa, por el bien de ellos, por el bien de todos.

Muchas gracias y un cariñoso abrazo espiritual para todas y para todos,

                                                                                                                                                             Ángel Ruiz Quesada

                                                                                              24 de abril de 2020