Después de varias jornadas de ajetreo se llegaba a un día de mayor tranquilidad, marcado por el luto tras la muerte de Jesucristo. Las siguientes ceremonias tendrían lugar en la madrugada y el alba del domingo, pero con el tiempo se adelantaron a la noche del sábado.

Hasta hace décadas el último trono en salir era el del Cristo Resucitado; en algún momento dejó de hacerlo, pero fue restituido en 1997.

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El Cristo de esta iconografía es distinto a las demás imágenes de la Semana Santa guiense: además de tener un tamaño pequeño es obra de serie, no fue realizado de forma individual, como las demás imágenes (salvo la de la Burrita), sino que procede de un molde industrial. Al contrario de las procesiones que precedieron en días anteriores, este último paseo por las calles destaca por su carácter alegre, algo que se nota en el repique de campanas y en el repertorio musical.

Tras la procesión tenía lugar el acto festivo de la “Quema de Judas”, pero el acto fue perdiendo arraigo porque aumentaba el número de personas que lo consideraba injusto con el papel incómodo pero necesario que le tocó desempeñar a Judas Iscariote en los roles de los distintos personajes de la Pasión. Por ello, actualmente se ha cambiado por un brindis popular en la Plaza Grande. Con esta celebración puede considerarse que la Semana Santa ha terminado.