Según el refranero popular es de bien nacido ser agradecidos, pero el agradecimiento no se puede limitar a aplaudir cinco minutos a una hora determinada, el agradecimiento no es suficiente con subir una imagen a las redes o pulsar el compartir de las ya subidas, ni entregar placas o medallas.
Perplejos, asistimos al espectáculo de la confrontación y de las acusaciones, propias de bueyes que ante una carga común tiran en direcciones contrarias.
En la sociedad del postureo, de los selfies y los “me gusta”, nos hemos olvidado de lo esencial para quedarnos con lo supérfulo, donde predomina como una condena el sesgo de confirmación: “solo te voy a creer si me dices lo que ya creo”.
Llegó el tiempo de los hechos más que de los gestos. Por ello es necesario evaluar para planificar, revisar para construir, en definitiva mirar hacia adelante con las lecciones que nos ha dado el camino recorrido.
Evidentemente, a esta tarea estamos llamados todos y todas, cada uno desde el lugar y desde la responsabilidad que nos ha tocado.
Ejemplo de ello han sido y son nuestros sanitarios, que nos han repetido hasta la saciedad que no son héroes, que se han limitado a cumplir con su deber. Dando prueba de profesionalidad y de saber estar en unas circunstancias complejas donde en situaciones límites, por duras que han sido, ha aflorado lo mejor de los mejores y ha quedado de manifiesto la mediocridad de otros, que no pueden o no quieren estar a la altura de unos hechos que en su desborde, afortunadamente, ha encontrado quienes han actuado de dique de contención, incluso a riesgo de sus vidas y la de los suyos.
El agradecimiento se tiene que traducir en presupuesto, en personal, en recursos, en tiempo y en el protagonismo de los expertos en aquellas decisiones que nos favorecen a todos.
La solidaridad es la mayor consecuencia del agradecimiento, cuánto de solidarios seremos capaces de ser, cuánta solidaridad aflorará con aquellos que han recibido el zarpazo de esta pandemia.
Las circunstancias nos están poniendo a prueba, los hechos demostrarán si estamos a la altura.
Navegamos por aguas desconocidas, y lo más sensato es remar juntos en la misma dirección con dos herramientas claves, la ciencia y la solidaridad.
Tal y como afirma en el libro La Peste de A. Camus uno de sus personajes: “La plaga no está hecha a la medida del hombre…, es un mal sueño que tienes que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan “.