Son los menos. Aunque siempre serán demasiados. Anoche ladró un perro, mi hija María nos despertó intentando hacer callar a Rufo que ladraba por empatía, luego ladraron algunos más, parecían muchos pero habían muchísimos más en silencio. Yo dejé a Maria en su afán de callarlo, aún teniendo mi método personal, científicamente comprobado. (El agua funciona muy bien para apagar el fuego) Dormí hasta más allá del amanecer, hoy todo continúa igual, vuelan los pájaros, el sol calienta, la vecina de abajo continúa discutiendo con Pepe que ya no entiende lo que está pasando. Esta noche ocurrirá que la luna llena se mantendrá en lo alto, no tengo otra certeza mayor. El panorama se presenta con muchos actores y horas de rodaje. Cada uno tiene un papel para representar aunque algunos fuercen extender su minuto de gloria. Otros abducidos por la mente egotista exhiben su ignorancia con violencia «irresponsable» , (no si alguna vez ha sido responsable, salvo de las mayores atrocidades) a fin de cuentas son parte de un gran telefilm de buenos, malos y medio pensionistas de un hacer que se deshace como los polos terrestres que hasta ahora sostienen el ecosistema que disfrutamos. La tierra espera mientras continúa a la misma velocidad de siempre. Espera, si. A que los humanos adquieran la consciencia suficiente para que se reconozcan desde el amor, si, ese que les dió la vida y del que tanto hablan como desprecian. La sabiduría del ignorante consiste en elevar sus cotas a base de engrosar sus cuotas de razones, aunque tras de sí desaparezcan los alcanzados en las alcanzadas a tan alto precio. Ciertamente, la vida continúa a pesar de tanto desprecio. Fin de la película, se sube el telón.
El miedo es el peor de los virus posibles, tan letal como expansivo, negarlo es negarse. Aceptarlo es aceptarse, y lo mejor, cuando aceptas, encuentras los instrumentos necesarios para afrontarlo. Con el Covid-19 pasa exactamente lo mismo. La realidad es aplastante, ahora con esta pandemia y siempre con cualquier patología. Eso me dijo ayer un buen amigo que sufre de Alcoholismo. -Hasta que no reconocí que estaba alcoholizado no asumí la responsabilidad de dejarlo, es jodido y los efectos quedan en mi cuerpo y mente, pero ahora soy consciente y me siento mucho mejor y más fuerte. Y te aseguro que recuerdo con mucho cariño a algunos compañeros que no terminaron de reconocer “reconocerse” y ya no están en este mundo.