Soy la extraña, la mandrágora verde,
una más de las que creó la vida,
y vengo desde mí a galopar las ventanas,
los infiernos de las fauces, los árboles umbríos,
los presentimientos del aire triste…
Soy la mandrágora,
la criatura extraña de témpanos de hielo,
que con la boca abierta del cielo engulle el mar
sobre el que arde la muerte
vestida de espacios equivocados…
Aquí, no estoy…
¡Aquí estoy! Comensales de lo oscuro,
peregrinos de la vida,
¡mi escudo de ruegos y de sueños,
levanta las ruinas del corazón!