Invierno. Con guantes y paraguas fuimos tres amigas a tomar algo. Después regresamos a nuestros coches. Al llegar al mío, no tenía las llaves. Estaban dentro del mismo.
Ellas vinieron a ayudarme. Malu dijo:
—¿Conocen a algún chorizo? Sabría abrirlo.
Nos reímos mientras ella enguantada, con un paraguas, trataba de subir el seguro por una ranura del cristal. Unos chicos se acercaron y nos preguntaron:
—¿Algún problema? Somos policías… Malu tartamudeó.
—¡Esto no es lo que parece, oiga!
Al oírnos nos aconsejaron llamar a un taller. Tras negarse el mecánico por la hora, el policía lo convenció para que viniese. En la espera llamó mi marido y le contamos lo ocurrido. Luego, empezamos a bromear con lo bien que estaba el cuerpo policial dándonos cuenta de que la llamada no se había cortado y que él se estaba enterando de todo. Malu reaccionó de inmediato diciéndole:
—¡Sigues ahí! ¡Esto no es lo que parece!
Fue un sofoco para todas.
Al rato apareció el mecánico con un artilugio como una diminuta caña de pescar. Igual que si echase el anzuelo consiguió abrir el coche. Aprendimos la fórmula más corriente de cualquier chorizo para abrir un vehículo.