No se pueden poner puertas al hambre
ni cerrarlas ante el dolor y el miedo.
Tampoco puertas al mar o al cielo
porque en la huida ya todo vale.
Ojos sembrados de ilusión y duelo,
cicatrices que permanecen sangrantes.
Tanto dolor, de hiel, de sales
se ve mejor tras el opaco velo.
Qué difícil entender lo no vivido,
querer juzgar desde el sofá
lo que para ti nunca fue verdad
pero para otros fue lo más temido:
Olor a guerra
hambre hasta los huesos
miedo a quedar preso
y la guadaña que acecha.