Llegará un día en que tendré que entregar mi cuerpo y alma a Dios.
Mi corazón gastado y deprimido, sin ganas ya de seguir adelante.
Pero cumplida la misión de un hombre más, que nunca buscó el cementerio del olvido.
Así entregaré también mi esperanza ,como mismo puse en sus manos el amor que poseía.
Ya sin fuerza me enfrento cada día a la vida, rodeado de mis miedos y fantasmas.
Amor y desamor lo siento todo ello en uno; la cara y cruz de la misma moneda.
Y es que el mismo desencanto nos espera a todos; la misma sin razón, el mismo desatino, igual desasosiego…