A lo largo de nuestra vida hay rutinas que siempre estaban presentes en nuestro día a día. Todos recordamos con cariño y nostalgia, esos primeros deberes que te marcaban en el colegio para repasar o reforzar, lo que habíamos aprendido en clase. Una etapa que sin lugar a dudas, para muchas personas fue el inicio de aprender a tener hábitos de estudio. No nos dábamos cuenta de que ese tiempo, sentados en nuestra mesa era una forma de educarnos, para nuestro futuro. Sentarse, sacar los lápices de colores, colocarlos para usarlos, preparar la goma en caso de error y mirar con los ojos muy atentos a cada palabra de los ejercicios, así se hacían los deberes. Sí cada día te ponías un poco a estudiar o repasar, lograbas mantener todo lo aprendido y seguir mejorando, con mucha dedicación. Pero eso lo decimos ahora que somos adultos y adultas, ya somos capaces de valorar la importancia de esa rutina. Cambiemos la situación e imaginemos que tenemos un hijo o una hija, que comienza a traer deberes a casa.
¿Qué hacemos para ayudarles?
¿Cómo fomentamos que los realicen con una actitud positiva y receptiva?
- Para alcanzar el objetivo, es que nosotros como padres, madres, tutores, abuelos, etc… estemos con ellos en ese momento
- Mostrar interés por su día a día en clase
- En casa, enseñarles la rutina de sentarse, leer con calma los enunciados y ayudarles a pensar por sí mismos, a la hora de resolver un ejercicio
- Estar con ellos haciendo los deberes, fomenta una mejor relación y podemos aconsejarles desde nuestra propia experiencia
Así que, no estaría mal, que cuando inicien los deberes o repasen en casa, seamos nosotros los que digamos: ¿Hacemos los deberes?
Margua