Escapar hacia lo desconocido, es correr el riesgo de volver al mismo lugar de donde partiste.
No acaba el día al oscurecer la tarde, ni la noche al despuntar el alba.
No acaba el verdadero amor con la perezosa gris rutina.
Acaba solo cuando no se vive, cuando decrece el interés por la pasión, por el deseo humano de tener cerca a la única verdad.
Porque la luz no está en el horizonte, sino en el inicio de tus propios límites.
Pues… ¿Qué es la muerte más que la resignación ante el fracaso irremediable de la vida?
Huir para qué, mar mío…