Aún queda resonando en mi interior
el aroma costero
del pueblo de mi infancia.
Olor a mar y sal
entremezclado
con el de los claveles
que lucían, radiantes,
en la recova.
Olor a papa nueva,
a guayabo maduro,
a la uva de otoño
llamando seductora
la atención de los iris.
Mágico olor
a la alegre papaya,
pudorosa ante el ojo entrometido.
A dulce de membrillo,
a pan caliente todavía,
a mojo de aceitunas,
a la abuela que compra
para el sancocho
un magnífico cherne…,
a la infancia pasada, ¡feliz
de mi feliz infancia!