Vuelve felizmente a mis recuerdos, una y otra vez repetidamente.
Con su camisa clara, sus pantalones blancos y esa eterna sonrisa picarona.
De nuevo descalza, camina ligera por la orilla de nuestra playa salinetera.
Aunque ahora prefiere hacerlo con la marea vacía, luciendo su pelo suelto y cano.
La brisa la saluda y acaricia su nacarada cara, color de las caracolas.
Mientras con sus labios de amor sonríe e impregna el lugar de frescas fragancias.
De repente se me hacen presente los muchos recuerdos de antaño; los que en mi corazón ahora anidan.
No consigo olvidarla, lo se y no la olvidaré, porque no quiero olvidarla.
A Dios le pido…, llámame raudo contigo Señor, si la cruel parca con su guadaña, de nuestra playa, un dia se la llevara.