Todos y todas tenemos en nuestras vidas a personas que nos inspiran, que nos aportan, que nos dan lecciones para crecer, etc. Cada uno de nosotros y nosotras, contamos con esa persona o personas, y eso nos ayuda a avanzar…
En mi caso, a esa persona la he llamado: “la musa de mis líneas”. Esa personita, con una edad muy corta de vida, me ha enseñado a vivir, a sonreír y a soñar. La musa de mis líneas, tiene 6 años llenos de nuevos inicios, nuevas oportunidades, nuevas metas que lograr para alcanzar lo que anhela su corazón.
Puede sonar a locura que con su edad, pueda alcanzar tanto… pero es cierto. La luz que desprende su mirada y sus cálidas palabras en cada momento de mi vida, ha hecho que yo sea quién soy ahora, que me sienta mejor ser humano y mejor madre. Esa personita, esa esperanza, es mi hija.
Había escuchado que ser madre era un gran cambio de vida, de forma de ver las situaciones, de tener nuevos puntos de vista… donde el tiempo en algunas ocasiones iría lento y calmado, mientras que otras veces las agujas del reloj serían rayos de velocidad máxima. Así transcurrieron los días convirtiendo a mi hija, en la musa de todo lo que escribo. Ella es mi fuente de expresión más pura… gracias a ella tengo más imaginación que antes y una gran capacidad de sentir cada letra que sale de mi bolígrafo o teclado. Aquí les muestro un pequeño texto que surgió por solo estar con ella y pasear… ¡Gracias por ser como eres y hacerme tan feliz!