Lluvia de estrellas, lágrimas que caen por el rostro de San Lorenzo y que podemos observar a lo lejos, con ansia e ilusión.
Al mismo tiempo, que pedimos un deseo que añoramos con el corazón.
Subimos a lo más alto de la isla, sorteando la oscuridad de la noche y recorriendo las carreteras estrechas sin miedo ni temor.
Solo pensando en llegar, para poder disfrutar de las maravillosas perseidas que, cada año, esperamos con pasión.