Esta anécdota ocurrió hace muchos años en el que fuera el Supermercado de Galerías Preciados en la calle Mesa y López. Se llamaba «Supermercado Coravi». Hoy en día, como saben, el edificio es de El Corte Inglés.
Me la contó un compañero de trabajo, un repartidor, que vivió in situ esta historia mientras esperaba con su furgón el turno de entrega de la mercancía que llevaba para dicho establecimiento.
Les cuento. A eso de media mañana llega un furgón que distribuía huevos y se aparca delante del Supermercado Coravi, en el lugar destinado para carga y descarga. Cuando le toca su turno, el Chófer y propietario del furgón y de los huevos, un hombre ya entrado en años, le dice a un Policía Municipal que estaba cerca de él, que si hacia el favor y le echaba un vistazo al furgón porque con las dos manos ocupadas con una montaña de cartones de huevos no podía cerrar la puerta con llave. El Guardia Municipal muy educadamente le saluda y le dice que se fuera tranquilo que él iba a estar en aquella zona y que le echaría un ojo.
Apenas habrían pasado cinco minutos cuando llega un chico joven, de unos 18 ó 20 años, y se va derecho a la parte de atrás del furgón, abre la puerta y al tiempo que coge todos los cartones que le caben en las manos, le dice al Policía Municipal, «dígale a mi tío que voy a llevarle el pedido a la tienda de Néstor de la Torre, (calle paralela a Mesa y López), que me espere y que no se vaya a ir sin mi que hoy no traje la moto». Y con la misma cierra la puerta del furgón con el pie y sale tranquilamente caminando en dirección a dicha calle como si el mundo fuera de él.
Al cabo de un buen rato aparece el dueño del furgón y cuando le fue a dar las gracias al Guardia Municipal, este le dice:
- Oiga, que dice su sobrino que no se vaya a ir sin el, que viene enseguidas.
- Mi sobrino? Le dice extrañado el repartidor.
- Si hombre, dice que iba a llevarle el pedido a la tienda de la calle Néstor de la Torre y que no tardaría mucho, que le esperara porque hoy no trajo la moto.
El propietario del furgón y de los huevos estaba encendido de los nervios y la calentura que le estaban entrando y le vuelve a preguntar al Guardia:
- Y llevaba muchos cartones?.
- Oh, pues yo creo que unos diez o doce. El pobre apenas veía a caminar.
- !Pero qué clase de policía es usted que le roban delante de las narices!.
- Ese chico ni es sobrino mío ni creo que tenga madre conocida. A recoño, pues ya me han jodido el trabajo del día. Está usted bueno p’a vigilar. Es que ya no puede uno ni confiar en la Policia, recoño….
El Policía Municipal estaba avergonzado. No sabía qué decirle al pobre hombre que había confiado en él. Y le remordía las entrañas que un chaval se la hubiera pegado de esa manera. Desde luego, hay que reconocer, se decía a si mismo, que el jodido chorizo es un artista, vaya serenidad y pachorra que se gasta el muy rebenque…..
El hombre de los huevos se subió al furgón y salió para su granja cada vez más caliente, al tiempo que se decía: «Es que ya no sabes ni cómo te la van a pegar».
Me decía el compañero que esperaba su turno para entregar la mercancía, justo detrás del furgón de los huevos, que se partía de risa por la pericia del jodido chorizo, pues también él creyó que era su sobrino.